Este es un título que ha usado la Academia en diversos
artículos desde la década pasada, cuando el foco de la atención de los
desastres se empezó a dirigir al análisis de la vulnerabilidad y a entenderse
el riesgo como un producto socialmente construido. Pauta en el reforzamiento para
el cambio de enfoque fueron los acuerdos internacionales primeramente en el
Marco de Acción de Hyogo vigente hasta el año 2015 y posteriormente el Marco de
Sendai, que es el tratado que marca a las naciones participantes las acciones en
materia de reducción de desastres hasta el próximo 2030.
Ambos tratados internacionales, tienen como objetivo mejorar
la resiliencia de las comunidades ante los efectos de los desastres socio
naturales, entendiéndose con ello que la vulnerabilidad social ha sido
históricamente construida por la ocupación del territorio, generalmente de
forma desordenada y poco sustentable, es decir, el permanente conflicto
desarrollo-naturaleza.
En nuestro País, desafortunadamente no en Sonora, a través de
la SEDATU se ha implementado el programa denominado “Red de Ciudades Resilientes”
compuesto por 18 ciudades en 17 entidades federativas, programa que tiene como
propósito incrementar la capacidad de recuperación de éstas ciudades en caso de
verse afectadas por fenómenos naturales.
La resiliencia enmarcada en el tema de la gestión de riesgos,
se refiere a la capacidad que tiene una sociedad en recuperarse y mejorar de
manera rápida después de haber sufrido una alteración de origen natural o antropogénico,
pero el resultado se encuentra directamente relacionado con las capacidades que
mediante la preparación haya desarrollado previamente dicha comunidad antes de
la ocurrencia de algún fenómeno perturbador, todo ello de acuerdo al análisis
de vulnerabilidad social realizado con anticipación; en resumen, la resiliencia
tiene su origen en la formación de sociedades resistentes a las verdaderas
causas que se generan entre la convivencia cotidiana con las amenazas,
utilizando ésta palabra con enfoque de la protección civil.
En ese sentido, y aunque sucede en muchas ciudades de México,
solo me referiré a lo que puedo argumentar, Hermosillo se ha visto poco
proactivo, continúa desde 2014, con un Atlas de Riesgos objetado por la
sociedad civil y reprobado por el Organismo rector a nivel nacional, con poco
interés de las autoridades en actualizar sus marcos normativos, con una
Dependencia que en lo operativo cada vez es más relegada, desarrollando
capacidades en el recurso humano de gestión, pero acotada en la capacidad de
respuesta a la emergencia y sin el apoyo financiero para tener más cobertura
social en sus programas de prevención. Peor aún, agregamos otra Dependencia en
donde histórica y escasamente se controla, pero si se simula el desarrollo
urbano, desde la edificación individual hasta la colectiva y otra más que
durante ya bastantes años ha estado realizando trabajos de fin de curso de bajo
impacto, y que poco se han traducido en acciones concretas de beneficio social,
sin contar que las medidas de prevención y mitigación de riesgos y vulnerabilidades,
así como las de prevención y atención de impactos naturales que establece el
programa de desarrollo urbano vigente, no han sido atendidas.
Como ya lo mencioné, los desastres no son naturales, los
desastres son socialmente construidos, la construcción del riesgo, inicialmente
y por obvias razones, la promueve la autoridad con sus acciones u omisiones, como
ejemplo hay muchos en nuestra ciudad que podemos observar año con año cada vez que
se pretenden, entonces sí, prevenir en lo urbano y en lo rural, el efecto de lo
que a todas las autoridades les gusta llamar “desastres producidos por la
naturaleza”.
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