PARTICIPACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS MEXICANAS
EN ACCIONES DE PROTECCIÓN CIVIL
Remontándonos en la Historia, podemos encontrar el dato que el
28 de junio de 1888 la Cámara de Diputados decreta la instalación de la junta
Directiva de Socorros, ” debido a una inundación en León, Guanajuato, que cobró
más de 250 muertos, 1,450 desaparecidos, 5000 familias afectadas seriamente,
quedando constituida formalmente dos días después como “Junta General de
Socorros. Así también, las crónicas de esa época demuestran que la sociedad
civil dio una respuesta de gran solidaridad a la población afectada. Sin
embargo, es muy importante anotar que el propio Congreso giró instrucciones
para que el 1er Batallón de Zapadores de Guanajuato participara en las tareas de
auxilio y salvamento.
Así como éste, hay varios datos antes y después a lo largo de la
historia de nuestro país, pero sin duda alguna, lo que puede marcar una
participación más formal de las Fuerzas Armadas en actividades de Protección
Civil, es que con motivo de la
declaración de guerra que hace México a los países del Eje (Roma-Berlín-Tokio),
el 13 de agosto de 1942 se publica en el Diario Oficial de la Federación que el
Gobierno de la República decreta que “Se instituye en el territorio de los
Estados Unidos Mexicanos la Defensa Civil como un medio que debe poner en
práctica la población misma, en cooperación con las Autoridades Civiles y
Militares, contra todo acto que lesione la soberanía, la integridad, el orden y
la seguridad nacionales" (Artículo 1º), y
que "depende únicamente del C. Presidente de la República, quien la
dirigirá por sí, por conducto de su Estado Mayor o por el de las autoridades
militares respectivas" (Artículo 2º); mientras que "El Estado Mayor
Presidencial es el órgano encargado del control, dirección y coordinación de
los Comités Centrales de la Defensa Civil, y al efecto, auxiliado por las
Secretarías de la Defensa Nacional y de la Marina, así como por las
Comandancias de Región y de Zonas Militares y Navales..." (Artículo 6º).
La Armada de México históricamente ha estado vinculada en
labores de búsqueda, rescate y salvamento de la vida humana en la mar,
especialmente en los casos de fenómenos meteorológicos que han sorprendido en
alta mar a buques mercantes, pesqueros y pescadores ribereños.
En la década de los 40´s del Siglo XX, al incrementarse las
actividades marítimo-pesqueras en nuestro país, aumentó el número de casos de
accidentes, tales como hundimientos, varaduras y encallamientos que requirieron
la intervención de los Mandos Navales para el salvamento de la vida humana en
la mar; ello y el efecto de los fenómenos meteorológicos en la población
costera, crearon la necesidad de extender las actividades de protección a los
habitantes de los puertos y congregaciones de ambos litorales.
Dichas actividades de protección quedaron organizadas a
principios de la década de los 50´s de ese mismo Siglo, en lo que desde el
inicio recibió el nombre de "Plan de Auxilio a la Población Civil".
Y podemos encontrar también, como antecedente directo del
Plan DN-lll-E, el Plan de Emergencia Federal, instituido en 1966, debido a
inundaciones y desbordamiento del Río Pánuco…. Lo anterior sin mencionar los
graves acontecimientos de la erupción
del volcán Chichonal en 1982; las explosiones de San Juanico en 1984; el propio
evento sísmico de 1985 entre otros muchos, muchos más. Incluso en 2005 salió
una Fuerza Expedicionaria para Ayuda Humanitaria con las víctimas del Huracán
Katrina, en Estados Unidos.
No es muy difícil entender que, normalmente, ante un desastre
de gran magnitud, la falta de conocimiento en la materia, la carencia de
personal preparado en las Coordinaciones de Protección civil y, por supuesto,
bajo el esquema populista de que “la protección civil somos todos”, los
diferentes niveles de gobierno emplean sus incipientes recursos para la
contención, auxilio y mitigación. Es decir, echan mano de la policía, un mal
formado y peor respaldado cuerpo de bomberos y rescatistas, en un ámbito municipal;
en la esfera estatal, es más fácil
recibir el apoyo de las Fuerzas Armadas, esto es cuando la emergencia sale de
control de la Unidad Municipal, y se ponen en marcha los Planes DN-III-E y
Marina, y las unidades municipales de Protección Civil, o se subordinan, o se desentienden sabiendo
que los soldados y los marinos les
resolverán el problema. Es una situación de falta de compromiso, de
conocimientos y, en no pocos casos, de responsabilidad, lo que nunca falta en
el personal castrense.
Para poder comprender lo anterior, es menester entender que
no participan porque sí, si no que la Ley Orgánica de la Administración Pública
Federal (Art. 29 Fracc XXXII) lo establece; así como la Ley Orgánica del
Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, que en su Título Primero, enuncia las Misiones Generales de este instituto armado:
Art. 1/o. El Ejército y
Fuerza Aérea Mexicanos, son instituciones armadas permanentes que tienen las
misiones generales siguientes…:
V. En caso de desastre
prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus
bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas.
ARTICULO 2/o. Las
misiones enunciadas, podrán realizarlas el Ejército y la Fuerza Aérea, por si o
en forma conjunta con la Armada o con otras Dependencias de los Gobiernos
Federal, Estatales o Municipales, todo, conforme lo ordene o lo apruebe el
Presidente de la República, en ejercicio de sus facultades constitucionales.
Por esta razón dentro de su Estado Mayor cuenta con una
Sección de Protección Civil.
Y por su parte, la Armada de México (siempre está mal dicho
Marina Armada, ya que la Armada por definición es la Marina de Guerra) en su
Ley Orgánica, Capítulo Primero, De la Misión, Atribuciones e Integración de la
Armada de México, establece:
Artículo 2.- Son
atribuciones de la Armada de México, las siguientes…:
VII. Auxiliar a la población
en los casos y zonas de desastre o emergencia; aplicando los planes
institucionales de protección civil, en coordinación con otras autoridades;…
También por esta razón, en su Estado Mayor cuenta con una
Subsección de Protección Civil y Contingencias.
En ese mismo orden de ideas, tanto en la Escuela Superior de
Guerra como en el Centro de Estudios Superiores Navales, se han realizado, desde hace mucho tiempo,
ejercicios de respuesta a desastres. Inclusive, recientemente (2015) la Armada
de México auspició un curso UNDAC en las instalaciones del CESNAV, se contó con
la participación de funcionarios de SEDENA, SEGOB (CNPC y PF) así como
invitados civiles de diferentes países de Latinoamérica.
Además existen las Directrices de Oslo que cuyo objetivo
principal es, en términos muy generales, disponer de los recursos militares y
de defensa civil para operaciones de socorro en caso de desastres.
De hecho, en Centroamérica, en Honduras, el Ejército cuenta
con una Brigada específicamente para apoyo en caso de emergencia o desastre, y
no es mal vista por la población; más al Sur, en Colombia el instituto armado
cuenta con un Cuerpo de Zapadores especializados en temas de respuesta a
desastres. La colaboración militar es fundamental, tanto que inclusive la
Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, ha realizado
Seminarios Internacionales sobre la importancia de las Relaciones
Cívico-Militares en casos de Desastre.
Si bien es cierto que desde la creación del Sistema Nacional
de Protección Civil ha habido un considerable avance en la preparación y
fortalecimiento de la cultura de autoprotección y de la Gestión Integral del
Riesgo, también es cierto que hay una evidente falta de compromiso por parte de
los gobiernos en sus tres órdenes, no sólo al limitar la participación de la
sociedad, o bloqueándola en muchos casos, si no también para designar personal
cualificado y competente en áreas tan sensibles como lo son las Coordinaciones
de Protección Civil, lo que hace que, al no tener idea de cómo enfrentar
situaciones de emergencia y/o desastre, justo como en el caso de Seguridad
Pública, Marinos y Soldados tengan que hacer el trabajo que otros no pueden, no
saben o no quieren hacer, y aun así lo realizan de una manera leal, responsable,
patriótica y, sobre todo, con honor.
César O. Flores Sánchez
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