ACCIÓN ENTRE TODOS
La Organización
Mundial de la Salud define a un desastre como situaciones imprevistas que
representan serias e inmediatas amenazas para la salud pública o cualquier
situación de salud pública que pone en peligro la vida o salud de una cantidad significativa
de personas y exige la acción inmediata. Evidentemente, ante la pandemia por
COVID-19, la situación mundial cabe perfectamente en esta definición.
Ahora
bien, para la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de
Desastre, un desastre puede definirse como una seria interrupción en el
funcionamiento de una comunidad o sociedad que ocasiona una gran cantidad de
muertes al igual que pérdidas e impactos materiales, económicos y ambientales
que exceden la capacidad de la comunidad o la sociedad afectada para hacer
frente a la situación mediante el uso de sus propios recursos. Evidentemente,
también, la situación global cumple con cada una de las afectaciones que aquí
describe.
Luego
entonces, si la situación en el mundo, y por supuesto la de nuestro país, cabe
dentro de las definiciones de desastre de dos organismos internacionales, ¿qué
es lo que hace falta para dejar de ver a la propia situación como sólo una
contingencia?
Ante
este contexto es necesario tomar muy seriamente en consideración, que estamos a
muy pocos días de iniciar la temporada de lluvias y ciclones, que estamos en
plena temporada de incendios forestales, que existe una alerta de sequía, que
están latentes los riesgos de tipo geológico y los de carácter antropogénico. No
podemos dejar de ver lo importante por lo urgente, puesto que con pandemia o
no, se deberá responder a las emergencias que se presenten por diversos
fenómenos perturbadores, con los recursos disponibles.
Por
esta razón, es muy importante que los tres órdenes de gobierno asuman la
responsabilidad para gestionar el riesgo de manera inaplazable, junto con todas
las dependencias que en ellos laboran, para prevenir, preparar, mitigar y
responder de forma oportuna. La situación actual no es sencilla, la economía
está detenida en la mayoría de los sectores del país; sin embargo, es
importante que las labores de mitigación y preparación ante fenómenos de
temporalidad conocida se desarrollen oportunamente y evitar así un problema de
encadenamiento.
Aunado
a ello, como autoridades, verificar el estricto cumplimiento de las medidas de
prevención sanitarias hechas por la Organización Mundial de la Salud, para
evitar la propagación y el contagio del COVID-19. Sabemos que no es una tarea fácil establecer
los mecanismos necesarios, pero tampoco imposible. Los gobiernos municipales no
pueden cruzarse de brazos esperando que el gobierno estatal les resuelva todo,
y los gobiernos estatales deben hacer lo propio. La responsabilidad de
preservar la seguridad y protección de los gobernados, es de todos.
Este
es el momento adecuado para hacer gestión de riesgos, de poner en práctica la
experiencia que hemos recabado a lo largo de los años. Parafraseando al Doctor
Luis Manuel García Moreno, Secretario de Protección Civil del Estado de
Chiapas: “Detrás del desastre, está la
oportunidad”; ahora es cuando debe verse que somos resilientes, no es un
tema de colores políticos, ni de medallas o reconocimiento, es un tema de hacer
trabajo en equipo, de trabajar en unidad y con la misma meta: salir bien
librados de este desastre sanitario.
No
tengamos cortedad de miras, que el COVID-19, no nos impida ver más allá de lo
que puede pasar, conocemos las amenazas, no nos distraigamos, mantengamos la
alerta. Así mismo, ante la carencia de un liderazgo serio, es necesario que la
gobernanza para afrontar la pandemia sea real y consciente.
Mtro. César
Orlando Flores Sánchez.
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