Por Raymundo Padilla Lozoya*
Dedicarse a la GIRD (Gestión
Integral de Riesgos y de Desastres) es una actividad muy compleja porque
involucra diversas condiciones. La GIRD es una actividad multidisciplinaria,
transdisciplinaria e interdisciplinaria que debe hacerse siempre en equipo.
Solamente en grupo es posible impulsar los cambios urgentes. Quienes inician de
manera operativa atendiendo emergencias aprenden muy pronto que es necesario
distinguir etapas y conceptos clave para comprender lo que hacen. Y quienes
iniciamos investigando casos históricos nos hemos dado cuenta que es necesario
divulgar el conocimiento para transformar modelos inadecuados que han sido
perpetuados, a pesar de los lamentables errores y de obsoletos vicios, como los
que imperan actualmente en la Coordinación Nacional de Protección Civil.
Por lo anterior, disfruté ampliamente
asistir al Congreso Nacional de Protección Civil y presentar ponencia, porque fue un foro donde se
hizo muy evidente la apertura para compartir experiencias desde diferentes
áreas de la GIRD. Raúl Cantón y Lara, organizador del congreso referido,
comprende perfectamente la condición holística de la materia y ha privilegiado
la participación plural. Por ello aproveché la oportunidad para divulgar
algunas de las múltiples contribuciones que han realizado algunos colegas
antropólogos e historiadores al estudio de los riesgos y desastres. Es
incuestionable que en las áreas de respuestas a crisis se ha desarrollado la
operatividad de los grupos de atención, pero también es justo reconocer que han
sido las humanidades y las ciencias sociales, quienes han dedicado gran
atención a la reflexión crítica conceptual, teórica y analítica a diversos
temas.
En la ponencia Historia y
antropología de los riesgos y desastres en México mencioné algunos de los
antropólogos mexicanos o mexicanistas, más influyentes, que han dedicado
atención a estudiar riesgos y/o desastres. No son todos los que existen, pero
me parece que los enlistados son fundamentales por su claridad conceptual y
aporte.
El antropólogo Fernando Ortiz, en
su libro El huracán (1947) expuso los
antecedentes de la presencia de huracanes en El Caribe y en México, así como
las percepciones asociadas al riesgo y las respuestas que las sociedades desarrollaron
empíricamente para enfrentarlos. Es una obra sustentada y pionera en la
antropología del estudio de las amenazas naturales, que merece una
revaloración. Y por ello la he referido y promovido frecuentemente, para evitar
que siga siendo desconocida.
Cuarenta años después el
antropólogo canadiense Herman Konrad se interesó por estudiar los impactos de
los huracanes en Yucatán y Quintana Roo. Publicó dos artículos muy interesantes
donde plasmó la cosmovisión de los mayas y además dejó constancia de las
prácticas que les permitieron hacer frente a los huracanes y obtener
beneficios.
En 1985, el antropólogo Félix
Báez Jorge encabezó la autoría del libro Cuando ardió el cielo y se quemó la
tierra, una obra imprescindible para comprender las relaciones de los nativos
zoques con el volcán el Chichonal, el cual hizo explosión en 1982, causando el
mayor número de muertos registrados en México, asociados a un evento volcánico.
Los movimientos telúricos de 1985
en la Ciudad de México despertaron el interés de varios investigadores en los
impactos de fenómenos naturales, entre ellos Virginia García-Acosta, quien se
dedicó a estudiar los sismos en la historia de México, posteriormente los
desastres agrícolas, El Niño, los huracanes en México y hasta ahora su prolífica
obra en general es fundamental para los estudios antropológicos e históricos
del riesgo y los desastres. Además fue fundadora de La RED de Estudios Sociales
en Prevención de Desastres en América Latina, la cual ha creado un cuerpo
teórico imprescindible para comprender el enfoque más actual e influyente para
muchos jóvenes estudiantes y profesionales que han encontrado en la
construcción social del riesgo y los desastres una manera de explicar diversos
acontecimientos, como las maestras en Antropología María Rodríguez, Jimena
Cuevas Portilla y el doctor Juan Manuel Rodríguez Esteves.
También otros antropólogos han
incursionado desde enfoques distintos y diversos, por ejemplo el doctor Esteban
Krotz, que estudió los impactos del huracán Isidoro en Yucatán; la doctora
Denise Soares y sus estudios de vulnerabilidad en Yucatán, y el trabajo del
doctor Gabriel Angelotti Pasteur, acerca de la vulnerabilidad social y las
epidemias de dengue y chikungunya.
Por su parte los historiadores
también han aportado a la comprensión de los desastres. Sin duda el doctor
Enrique Florescano es pionero en los estudios históricos académicos de
catástrofes, principalmente las asociadas con sequías y también con epidemias
en colaboración con la doctora Elsa Malvido.
Enrique Florescano fue director
de la tesis doctoral en Historia de Virginia García-Acosta y ella ha influido
en múltiples generaciones por medio su pensamiento y amplia producción, como
las compilaciones denominadas Historia y desastres en América Latina, tomos I, II
y III, entre muchos más.
En México las epidemias han sido
mortales en distintas épocas, por ello múltiples historiadores se han dedicado
a estudiarlas, por ejemplo los doctores América Molina del Villar, Claudia
Patricia Pardo, Lourdes Márquez Morfín, Paola Peniche, Chantal Cramaussel, Miguel
Ángel Cuenya, Marciano Netzahualcoyotzi, David Carbajal, Alberto Magaña, Hiram
Félix, David Carbajal López, Oziel talavera y muchos más.
También las plagas han recibido
la atención de excelentes historiadores, entre ellos los doctores Luis Arrioja
Díaz-Viruel e Isabel Campos Goenaga, quienes han tratado además otros eventos
naturales ocurridos en la Península de Yucatán y en Nicaragua.
Entre los jóvenes historiadores
que han desarrollado estudios muy meticulosos de desastres se encuentran
Beatriz Bracamontes Ceballos sobre el sismo del 15 de abril de 1941 en Colima,
Juan Carlos Ruiz Guadalajara la vulnerabilidad, y acerca de la Ciudad de México
Adrián García Torres las sequías y Mario Hugo Cuellar las inundaciones.
Los investigadores referidos, son
solamente algunos colegas, pero son muchos más los antropólogos e historiadores
que desde diferentes metodologías y técnicas han desarrollado importantes
investigaciones. En conjunto, sus hallazgos hacen evidente que los desastres
son problemas que no han sido resueltos y que han impactado a las sociedades
mexicanas en distintas épocas. Por ello es urgente comprender la gestión de
riesgos y desastres como una herramienta fundamental para fortalecer las
capacidades sociales preventivas y reducir el número de desastres, pues no son
eventos aislados, desconocidos ni nuevos, por el contrario, han sido muy
frecuentes, documentados y sus antecedentes son muy remotos.
* Periodista, historiador y antropólogo, especialista en riesgos y desastres, Universidad de Colima. Más publicaciones: https://ucol.academia.edu/Raypadillalozoya
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