Por: Henry A. Peralta
Ing. Civil, Magister en Educación
Líder en Resiliencia
Nuevos gobiernos inician su mandato en América
latina y el caribe, algunos ya posesionados y otros en proceso de hacerlo. Hoy
estos se enfrentan desde lo global a grandes
desafíos como el cambio climático, las graves crisis humanitarias asociadas a
la migración o la ocurrencia de desastres. Desde lo local, están llamados a
gestionar la tendencia a una rápida urbanización, la crisis del agua y las
pandemias, entre muchas otras problemáticas.
Todas estas situaciones retan la capacidad de
los gobiernos para garantizar las adecuadas condiciones de vida de las
poblaciones. Son tantos y tan intensos los desafíos del mundo contemporáneo, tantos
los frentes que hay que atender y tan limitados los recursos, que las soluciones
que se propongan deben ser sostenibles en el tiempo. En ese sentido, una manera
de generar soluciones estructurales a los problemas contemporáneos, es propiciar
la generación de capacidades en los grupos y en los individuos, para que estos
se conviertan en gestores del cambio y no solo en dependientes de un agente
externo. A este proceso de fortalecimiento intrínseco se le denomina
Resiliencia. Entendida esta: ”como la capacidad innata y/o adquirida de
una persona u organización para resistir, adaptarse, prepararse y recuperarse
ante una crisis. Se basa en el
conocimiento de sí mismo y del entorno, mediante una actitud flexible y de
aprendizaje, para resolver de forma creativa e innovadora las situaciones
adversas cotidianas, así como las grandes crisis (Peralta & Velásquez,
2017).
La resiliencia desde esta visión, se constituye
en uno de las herramientas más significativas para dar respuesta a los retos contemporáneos
por parte de los nuevos gobiernos. Es necesario
así mismo, que los nuevos gabinetes de los gobiernos entrantes, así como su
parte legislativa, representados en las asambleas, congresos nacionales o
estatales conozcan y promuevan un cambio de paradigma desde la dependencia
hacia la resiliencia. La resiliencia en
este caso también puede considerarse como
una estrategia política para lograr articular por primera vez dos temas
emergentes de mundo moderno: el riesgo y el desarrollo. Estos, como temas de
una misma agenda, deben trabajarse de manera recíproca y complementaria y no de
manera aislada como se ha sido la práctica cotidiana en las últimas décadas.
La resiliencia es también la oportunidad para
integrar las diferentes dependencias y direcciones administrativas de los
gobiernos nacionales y/o estatales para avanzar camino hacia el desarrollo
sostenible. Esto permitiría llevar a la práctica los compromisos que
voluntariamente los gobiernos han decidido asumir al 2030, en relación con los
17 objetivos del desarrollo sostenible,
así como las siete metas del marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de
Desastres.
Como enfoque y práctica la resiliencia es el
principal camino hacia la sostenibilidad, lo cual pasa por la reducción del
riesgo de desastres, tanto del actual como del futuro. Esta como fuente de
inspiración, es la mejor disculpa para mejorar la relación sociedad –
naturaleza y sociedad – sociedad. Es la oportunidad para que los nuevos gobiernos
nacionales, propongan reformas profundas a la legislación existente, generen
inversiones sensibles al riesgo, movilicen a los actores públicos, privados y
comunitarios a trabajar por un objetivo común: la resiliencia.
Pero para que para esto se haga realidad, es
necesario contar con líderes en resiliencia que estén dispuestos a enfrentar
los retos que impone el mundo global. Líderes honestos, coherentes y con una
visión integral de las problemáticas del riesgo y el desarrollo. Que desde la
misionalidad de los gobiernos que representan, actúen de manera acertada, que
sumen y no resten, que multiplique y no dividan.
Identificar y definir quiénes son esos nuevos
líderes, no es tarea fácil. Sin embargo hay que encontrar y posicionar a los
mejores, para pasar del inmovilismo al dinamismo, de la visión personalista a
la visión institucional, del asistencialismo al fortalecimiento de la
autonomía, de un enfoque centrado en la atención de los desastres a un enfoque
centrado en la reducción del riesgo, de la visión fatalista del riesgo a una
visión de oportunidad.
Es posible que actualmente no encontremos a las
personas con la formación integral, enfoque y visión ideal para asumir todos
los retos que implica la construcción de resiliencia del mundo actual. No
obstante quien sea elegido debería cumplir con diez aspectos claves que hacen
un líder en resiliencia: el
autoconocimiento, el compromiso, el respeto, la inclusión, la confianza, la
reciprocidad, la articulación, la flexibilidad, la creatividad y la
comunicación (Peralta & Velásquez, 2017).
Las diez cualidades mencionadas se deben
consolidar para conectar, promover y aplicar la resiliencia, como parte del
desarrollo individual y organizacional. Son referentes motivacionales,
afectivos y actitudinales para quienes quieran asumir una nueva manera de ser
líder. Caracterizan así mismo, la identidad personal y el control de los
procesos para el desempeño de las competencias en contextos específicos. Estas
cualidades aplican también para los equipos de trabajo que hagan parte de los
nuevos esquemas de organizaciones, direcciones, secretarías, ministerios o
gerencias responsables de la gestión del riesgo de desastres o de las
protecciones civiles de los países.
Tanto el cargo de los líderes principales en
resiliencia, como los de los líderes de apoyo en los equipos de gobierno
deberían cumplir un perfil mínimo de competencias laborales y humanas. Deberían
actuar bajo el enfoque y orientación adecuada para desarrollar integralmente la
gestión del riesgo de desastres, como una de las herramientas para la
construcción de resiliencia.
Para que esto ocurra, la Gestión del Riesgo de
Desastres debe dejar de ser la cenicienta de los gobiernos nacionales, el
fortín predilecto de los puestos burocráticos para cumplir cuotas políticas de
campañas electorales, cuando no se entiende la importancia del tema.
Los integrantes de los equipos de resiliencia,
deberían ser elegidos por meritocracia y no a dedo como históricamente se ha
hecho, sin un proceso de selección. Esto es un gran salto que debe darse para
que la gestión del riesgo de desastre ocupe el lugar que debe tener como
estrategia de desarrollo y de esa misma manera cuente con los presupuestos
suficientes para hacer lo que le corresponde.
Para esto último es necesario continuar
fortaleciendo los procesos formativos tanto en la educación formal y no formal,
a nivel de pregrado y postgrado en las universidades, así como la formación
especializada ofrecida por organizaciones del orden nacional e internacional. Las
iniciativas de conformación y funcionamiento actual de escuelas en gestión del
riesgo de desastres y de protección civil como espacios de divulgación y diálogo como escenarios naturales para la generación de conocimiento útil en la toma
de decisiones.
De igual manera, la creación, así como el
fortalecimiento de asociaciones y colegios de profesionales en gestión del
riesgo de desastres y de protección civil, es una estrategia clave para dar
valor a los profesionales que se han formado, se forman y se quieren formar en
un futuro en la temática, para contribuir positivamente a un cambio de enfoque:
del desastre al riesgo y del riesgo al desarrollo. La certificación de
competencias profesionales en gestión del riesgo de desastres es urgente.
Finalmente vemos en los cambios de nuevos
gobiernos una oportunidad única de marcar la diferencia. Estos nuevos gobernantes,
están llamados a conformar equipos de resiliencia para la gestión del riesgo de
desastres y/o protección civil, donde todos tengan la posibilidad de ser
verdaderos líderes en resiliencia. Estos equipos necesitan estar orientados por
gerentes de resiliencia que motiven cambios, establezcan sinergias, gestionen
recursos y vayan de la teoría a la práctica.
Lo anterior también requiere apoyo por parte de
la sociedad civil organizada para exigir que los nuevos equipos de gobierno
encargados de la gestión del riesgo, realmente conformen los equipos de
resiliencia con las más altas calidades humanas, técnicas y profesionales, de
la mano con presupuestos adecuados para funcionar. Personas que promuevan el tránsito
desde el inmovilismo del asistencialismo hacia el dinamismo de la resiliencia, el
paso desde las sociedades asistidas a los pueblos resiliados.
Excelentes palabras Henry, como lo mencionas en el blog Líderes honestos, coherentes y con una visión integral de las problemáticas del riesgo y el desarrollo, esto también es gestión integral en la gobernanza del riesgo, deben ser seleccionados los mejores líderes que sean integradores de la sociedad civil, empresa privada, academia y ong's ya que la resiliencia se construye en equipo.
ResponderEliminarExcelente!.
ResponderEliminar(...) Diez aspectos claves que hacen un líder en resiliencia: el autoconocimiento, el compromiso, el respeto, la inclusión, la confianza, la reciprocidad, la articulación, la flexibilidad, la creatividad y la comunicación (Peralta & Velásquez, 2017).