Este año se debe
conmemorar el centenario de la epidemia más global y mortal que ocurrió en el
siglo XX. Muy pocos lugares se libraron de padecer los impactos de la influenza
H1N1 del año 1918 y en la mayoría de ciudades se reportaron decenas, cientos y
miles de muertos. Se calcula que en el mundo perecieron entre 50 y 60 millones
de humanos. Ese ha sido el principal interés de diversas publicaciones acerca
de este tema, por un lado el impacto demográfico, las rutas de propagación y
las respuestas desarrolladas por las instituciones., sin embargo la mayoría han
sido estudios de casos particulares.
Pero por primera
vez se reúne un equipo de investigadores y estudiantes para analizar lo
ocurrido en gran parte de nuestro país, con un marco teórico común, una
metodología multidisciplinaria aunque principalmente histórica y temas de
interés prioritario. El equipo que encabeza este proyecto se encuentra agrupado
en el Seminario permanente de la historia
de las endemias, epidemias y pandemias en el mundo Iberoamericano, siglos
XVIII-XXI, que es coordinado por el Instituto de Investigaciones Dr. José
María Luis Mora, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS) y la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Entre las
variables originales que el grupo está incorporando a este estudio nacional se
encuentran las condiciones físicas de los sitios, con la intención de
identificar diferencia de contagios asociados a distancia de centros urbanos,
altitud y alteraciones meteorológicas. Ante un virus que se transmite
principalmente por vías aéreas es una hipótesis viable considerar que hubo
menos afectados entre los que estuvieron más distantes. Sin embargo no se puede
asegurar, porque también es cierto que el estudio de las epidemias en
condiciones rurales es muy complicado, porque en los pueblos pequeños y
comunidades se carece de datos básicos como un listado de defunciones,
diagnósticos y algún tipo de memorias que narren lo acontecido, pero puede
haber.
Por el
contrario, en los centros urbanos es posible estudiar epidemias porque se
dispone de diversas fuentes, principalmente en archivos públicos, en los cuales
se revisan fotografías, correspondencia institucional, telegramas, informes,
disposiciones, volantes, publicaciones, y otros. No todo lo disponible es útil
ni es confiable, porque como ocurre en cualquier área de estudio se debe
corroborar información y la autenticidad de los documentos. Se tiene que
ordenar al menos cronológicamente los datos casi siempre dispersos entre
múltiples fojas. Y en muchos casos es necesario paleografiar o transcribir lo
que está escrito en el original para descifrar su contenido. Todo eso conlleva
muchas horas de trabajo de escritorio, lectura, análisis, cotejo de datos y
redacción de informes u otros productos de difusión y divulgación. De manera
muy simplificada, así se estudia un desastre histórico, con metodología y
técnicas históricas.
La claridad del
enfoque es importante desde la planeación de objetivos y metas, por ello en
esta investigación es notable que se requiere una mirada multidisciplinaria
para comprender mejor lo ocurrido. En este sentido han entablado un diálogo muy
dinámico los historiadores con antropólogos sociales y físicos, etnólogos,
demógrafos, epidemiólogos y meteorólogos. Entre las primeras coincidencias se
hizo notar que es muy distinto historiar un sismo, una epidemia o un tsunami,
porque las fuentes son distintas, el tratamiento de cada fenómeno requiere
comprensión profunda y la evidencia histórica es diferente. Por ello la mejor
manera de estudiar desastres es en equipo, comparando datos y reflexiones.
Ojalá que algunas
autoridades tengan planeado conmemorar esta epidemia que fue un parteaguas en
muchas poblaciones y que impulsó la institucionalización de códigos sanitarios
y estrategias para enfrentar las enfermedades epidémicas ante las cuales
seguimos siendo vulnerables.
* Profesor e investigador de la UdeC. Integrante de REDESClim (Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidrometeorológicos y Climáticos), CTA de la Red Sociedad, Vulnerabilidad y Riesgo, y fundador de ALARMIR (Red Internacional de Seminarios en Estudios Históricos de Desastres).
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