Ing. Civil & Magister en Educación
Gerente General de Soluciones Resilientes
…la memoria no es pasada, sino que es
futuro, porque uno camina sobre la huella, sobre la huella de los mayores. La
concepción de pasado es adelante y no atrás. Por lo tanto, el camino
recorrido por nuestros antepasados, es
el camino que debemos recorrer hoy… (de la cosmovisión del pueblo indígena Nasa en Colombia)
Una debilidad característica del mundo de afuera (sociedad occidental) en relación con el mundo de adentro (pueblos y comunidades
ancestrales) para gestionar el riesgo de desastres con enfoque diferencial, es
su limitada capacidad de observar e interpretar los hechos desde una
perspectiva integral y sistémica. En este artículo se presenta una estrategia interpretativa y comunicativa para lograr establecer un diálogo entre el mundo de afuera y el mundo de
adentro, con el objetivo de gestionar el riesgo de desastres en y con
comunidades ancestrales. Esta estrategia
se le denomina ROSA, acrónimo de Recuerdo, Observación, Sueño y Algoritmo[1]. Estos
cuatro elementos permiten valorar, recuperar, registrar y resignificar los
saberes de los actores que hagan parte de una experiencia. De manera tal que
ROSA, que se convierte en la principal fuente de información y conocimiento
para gestionar los riesgos.
ROSA permite ordenar y entender la relación entre esos
dos mundos. Este proceso de interpretación de saberes, no solo tomo como
referente el Algoritmo que privilegia el mundo de afuera con su tradición y su
saber, sino también al Recuerdo, la Observación y el Sueño desde el
mundo de adentro, en donde necesariamente deben confluir principalmente los
saberes de los actores de la experiencia que se desee interpretar.
Como parte del proceso interpretativo del Recuerdo, se valoran y recuperan los saberes contenidos en los registros
algorítmicos, orales, textuales y contextuales de las memorias de los procesos
de la generación y reducción del riesgo, que involucraron a las comunidades y
técnicos. En él es necesario reconocer
dos tipos de recuerdos, el que está en la memoria individual y colectiva de las
comunidades ancestrales y el recuerdo
ilustrado, que se encuentra generalmente compilado en forma de datos e
información, en libros, bases de datos geográficas, etc.;
En la Observación,
se valoran y recuperan los saberes contenidos en la percepción de las
comunidades ancestrales, que se manifiestan en las señales de la naturaleza y las señas
del cuerpo. Señas y señales que los individuos de la sociedad
occidentalizada ya no perciben y no sienten en el cuerpo. El cuerpo ya perdió toda
la sensibilidad con la naturaleza y tenemos que hacer uso de “prótesis tecnológicas”
como una extensión del cuerpo para lograr sentir la naturaleza, haciendo uso de
sensores y equipos sofisticados que la leen.
En el Sueño, resignifica el componente onírico de la comunidades ancestrales. Aquí se valoran
y recuperan los saberes contenidos en los sueños cotidianos (individuales y
colectivos), así como los sueños inducidos por la ritualidad propios de las
comunidades. El sueño ha tenido diversos niveles de
importancia para las culturas a lo largo de la historia. Las interpretaciones
de los mismos se realizan desde distintas perspectivas, que van desde las
psicológicas o psicoanalíticas, fisiológicas o místicas.
En el Algoritmo,
apoyados en las prótesis tecnológicas, se valoran y recuperan los saberes
contenidos en los registros instrumentales de monitoreo de los fenómenos
naturales. Así como en la espacialidad que se configuran desde datos
geográficos y que se representan en mapas, haciendo uso de los SIG y los GPS
por parte de todos los actores, que permiten leer otro tipo de señales del
territorio.
La
interpretación a través de ROSA busca facilitar valorar, recuperar, registrar y
resignificar los saberes emergidos en interacción de los actores de experiencias en
reducción del riesgo de desastres - RRD. ROSA surge así como una
forma de explicar cómo los actores de una experiencia en RRD, construyen el pensamiento y visión de los
acontecimientos.
Usualmente
se habla de diálogo entre tradición y ciencia o el diálogo entre lo científico
y lo empírico. Sin embargo mediante la aplicación de ROSA, se puede concluir
que la ciencia tiene tradición y la tradición tiene ciencia. En ese sentido se
puede decir que cualquier experiencia de dialogo con enfoque diferencial para
la RRD, no está relacionado con el carácter de sus
saberes, si corresponden al conocimiento científico o a la tradición, sino que está en relación con los
referentes que cada uno tiene para construir su idea y forma de ser mundo.
En
ambos actores de la experiencia es posible identificar los cuatro referentes
contenidos en ROSA para construir la idea del mundo, con sus diferentes
matices. Lo particular es que estos no tratan de imponerse el uno sobre el
otro, sino que establecen una relación de complementariedad y reciprocidad.
Los
actores se basan en el Recuerdo,
para hacerlo (todos lo hacemos); o se basan en la Observación, lo que uno ve (en lo presente, en lo de hoy); o se
basan en el Sueño. En el caso del sueño, este es muy importante en la
relación. En contraste con la poca valoración y sentido supersticioso atribuido
por el mundo de afuera. Los referentes también se
basan en el algoritmo. Definido como
el indicador matemático que produce un hecho de la naturaleza, medido y registrado
por un aparato, denominado como prótesis tecnológicas.
Los
dos mundos en su encuentro, el de afuera
y el de adentro, entran en diálogo a partir de los referentes que cada uno
tiene contenidos en ROSA. Es en efecto
el instrumento ROSA que permite interpretar el diálogo entre ambos.
Los componentes
de ROSA obedecen a la estructura holística que tienen en su cosmovisión. No existe
compartimentación de los saberes, producto de una escisión tajante entre la
mente y el cuerpo, o entre los aspectos espirituales y los terrenales. En el
núcleo más tradicional del mundo de
adentro, el conocimiento no se somete a un proceso reduccionista, como sí
ha sucedido en la educación del mundo
afuera. En ese contexto, aspectos como los sueños y la observación (señas y
señales) no se agotan a lo medible y cuantificable o las lógicas instauradas
hegemónicamente desde el mundo de afuera, a través de la “mirada”. El cuerpo en
su conjunto ve, percibe y da “señas” que
los sabios o médicos tradicionales de las comunidades indígenas saben interpretar. En el proceso de diálogo, son valorados tanto
los saberes del mundo de afuera, como los saberes del mundo de
adentro.
Por ejemplo
en las comunidades indígenas Nasa en Colombia estos, construyen su realidad
mediante un entramado que comprende un contexto, que bien puede corresponder
con el concepto de cosmos del mundo de afuera.
En ese contexto, la información perceptual- sensorial se produce a
partir de observaciones de señales, reconocimiento de emociones, interpretación de las señas que sienten en el
cuerpo y lectura de sus sueños. Y esta
información, en ese contexto, se procesa a través de sus rituales, ceremonias,
conversaciones y dinámicas de trabajo propuestas por sus organizaciones. Es
decir se trata de otros mecanismos de
adquisición de la información que no pasan a través de prótesis tecnológicas,
sino que son percibidas directamente por los sentidos y que se obtienen durante
la vigilia o el sueño.
Lo anterior significa que la interpretación
desde ROSA no puede hacerse considerado cada uno de sus componentes por
separado: el Recuerdo, la Observación, el Sueño y el Algoritmo. Se puede decir
que en muchas ocasiones hay interpretaciones donde inciden el conjunto de
ellos. Es así como estas
ideas de mundo pueden construirse sobre: Primero, del Recuerdo, es decir que cada uno es su memoria propia, como actor
profesional, personal comunitario o institucional; segundo, de la Observación, obviamente porque como
parte de cada mundo se tiene algo que decir de sí mismo, no solo de lo que se trae como tradición en su recuerdo, sino en lo que en el mundo se participa;
tercero, en el sueño, a pesar de que para el mundo de afuera el sueño no se constituye en un una fuente de
información, para el mundo de adentro
fue es muy valiosa; y cuatro, sobre el Algoritmo,
es decir sobre unas cuentas que cada uno
de los mundos tiene de como medir el riesgo.
Una gestión del riesgo con carácter diferencial, es necesaria para apoyar procesos de resiliencia territorial con comunidades ancestrales. En este ámbito constantemente las instituciones gubernamentales y no gubernamentales deben entrar en interacción con los diversos actores culturales. Muchos de los cuales, se encuentran comunidades tradicionales que conservan la oralidad como práctica predominante de transmisión del conocimiento. Mediante la palabra hablada llegan a los acuerdos y solucionan las diferencias, en procesos de diálogo colectivo o mingas de pensamiento. El desconocimiento de este tipo de prácticas ancestrales por parte de instituciones del mundo de afuera pueden acrecentar las tensiones propias inherentes al encuentro de las diferentes visiones de ser y estar en el mundo. Máxime si se opera desde una intencionalidad intervencionista.
Es entonces cuando el diálogo, en términos de lo planteado por Freire resulta una mejor alternativa, quizás la única posible en donde los interlocutores están en el mismo nivel. Las acciones y aprendizajes obtenidos con las experiencias vividas por el autor de este artículo, así lo demuestran y sirven como referente de un diálogo productivo entre dos mundos con miradas culturales diferenciadas. La productividad del diálogo lo valida entonces como una práctica que se debería estimular, como una herramienta primordial para los procesos de gestión del riesgo de desastres con comunidades.
En términos generales existe un gran desconocimiento de las culturas ancestrales, de sus cosmovisiones y cosmoacciones. Este desconocimiento del mundo de afuera, sesgado muchas veces por la pretensión de superioridad del saber occidental, constituye uno de los paradigmas que es necesario transformar. Para incidir en ello sería necesario acometer cambios en el sistema educativo. Es decir, sería recomendable incluir en la práctica de los procesos educativos en los colegios y universidades, la relación con la pluriculturalidad y multietnicidad como un rasgo fundamental que define el carácter de la población colombiana.
La valoración de los otros, por tanto se extendería hacia todos los componentes de su cultura, incluso hacia aquellos que pueden verse desde una mirada superficial del mundo de afuera como supersticiosos o infundados. Ello incluiría entre otros, la recuperación de las prótesis tecnológicas olvidadas o relegadas por las comunidades debido a la aculturación; la comprensión de la oralidad (del diálogo) como forma predominante de transmisión del conocimiento y el entramado mítico como expresión de una historia ancestral afincada en un territorio; la atención a las señas y señales usadas por los indígenas, en tanto constituyen indicadores o biodindicadores de fenómenos en el territorio.
En suma, es necesario que se valore el conocimiento del mundo de adentro (visión holística) con relación a la ocurrencia de fenómenos naturales, puesto que son indispensables para complementar los saberes del mundo de afuera. En tanto, las instituciones del mundo de afuera son portadoras de una visión fragmentaria que puede generar debilidades o incluso llevar al fracaso de los procesos. Esta fragmentación del conocimiento debe ser reemplazada por una visión integral que involucre todas las dimensiones del desarrollo: conocimiento del contexto socio económico- productivo, socio-cultural- espiritual, político- administrativo, y ambiental (físico- natural). Conocer el contexto territorial permite construir relaciones basadas en la confianza con los actores locales del territorio.
Una gestión del riesgo con carácter diferencial, es necesaria para apoyar procesos de resiliencia territorial con comunidades ancestrales. En este ámbito constantemente las instituciones gubernamentales y no gubernamentales deben entrar en interacción con los diversos actores culturales. Muchos de los cuales, se encuentran comunidades tradicionales que conservan la oralidad como práctica predominante de transmisión del conocimiento. Mediante la palabra hablada llegan a los acuerdos y solucionan las diferencias, en procesos de diálogo colectivo o mingas de pensamiento. El desconocimiento de este tipo de prácticas ancestrales por parte de instituciones del mundo de afuera pueden acrecentar las tensiones propias inherentes al encuentro de las diferentes visiones de ser y estar en el mundo. Máxime si se opera desde una intencionalidad intervencionista.
Es entonces cuando el diálogo, en términos de lo planteado por Freire resulta una mejor alternativa, quizás la única posible en donde los interlocutores están en el mismo nivel. Las acciones y aprendizajes obtenidos con las experiencias vividas por el autor de este artículo, así lo demuestran y sirven como referente de un diálogo productivo entre dos mundos con miradas culturales diferenciadas. La productividad del diálogo lo valida entonces como una práctica que se debería estimular, como una herramienta primordial para los procesos de gestión del riesgo de desastres con comunidades.
En términos generales existe un gran desconocimiento de las culturas ancestrales, de sus cosmovisiones y cosmoacciones. Este desconocimiento del mundo de afuera, sesgado muchas veces por la pretensión de superioridad del saber occidental, constituye uno de los paradigmas que es necesario transformar. Para incidir en ello sería necesario acometer cambios en el sistema educativo. Es decir, sería recomendable incluir en la práctica de los procesos educativos en los colegios y universidades, la relación con la pluriculturalidad y multietnicidad como un rasgo fundamental que define el carácter de la población colombiana.
La valoración de los otros, por tanto se extendería hacia todos los componentes de su cultura, incluso hacia aquellos que pueden verse desde una mirada superficial del mundo de afuera como supersticiosos o infundados. Ello incluiría entre otros, la recuperación de las prótesis tecnológicas olvidadas o relegadas por las comunidades debido a la aculturación; la comprensión de la oralidad (del diálogo) como forma predominante de transmisión del conocimiento y el entramado mítico como expresión de una historia ancestral afincada en un territorio; la atención a las señas y señales usadas por los indígenas, en tanto constituyen indicadores o biodindicadores de fenómenos en el territorio.
En suma, es necesario que se valore el conocimiento del mundo de adentro (visión holística) con relación a la ocurrencia de fenómenos naturales, puesto que son indispensables para complementar los saberes del mundo de afuera. En tanto, las instituciones del mundo de afuera son portadoras de una visión fragmentaria que puede generar debilidades o incluso llevar al fracaso de los procesos. Esta fragmentación del conocimiento debe ser reemplazada por una visión integral que involucre todas las dimensiones del desarrollo: conocimiento del contexto socio económico- productivo, socio-cultural- espiritual, político- administrativo, y ambiental (físico- natural). Conocer el contexto territorial permite construir relaciones basadas en la confianza con los actores locales del territorio.
[1] Esta estrategia interpretativa, es basada en una
propuesta propia y original autor de este artículo y el Ing. Jorge Rojas,
profesor del Instituto de Educación y Pedagogía de la Universidad del Valle.
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