La celebración de las fiestas en
honor a la Virgen de Guadalupe es una tradición profundamente arraigada en la
cultura de la mayoría de mexicanos, quienes antes de ser nacionalistas se
asumen como guadalupanos. Durante el mes de diciembre se realiza el docenario
para honrar a esta advocación de la Virgen María, quien cumple años cada 12 de
diciembre. Millones de creyentes se visten con traje de indígena y acuden desde
todos los pueblos a los templos, principalmente a La Villa de Guadalupe para
dar gracias por los favores recibidos y también para pedir auxilio divino ante
situaciones difíciles.
La ritualidad hacia la Virgen de
Guadalupe se ha intensificado en diversas ocasiones, sobre todo cuando se le ha
pedido apoyo para enfrentar manifestaciones naturales que se convirtieron en
severas amenazas. Por ejemplo contra la inundación que inició el 12 de
septiembre de 1629 y duró por cinco años en la Ciudad de México, se le solicitó
su intervención por medio de rogativas y además se pidió el mismo favor a San
Gregorio, La Virgen de los Remedios y a Santa Catarina.
Un siglo después, en 1737, los
fieles creyentes pidieron a la Virgen de Guadalupe su intervención ante Dios
para mitigar los impactos de la epidemia de Matlazáhuatl que cobró cientos de
vidas en la Nueva España, como lo registraron documentos históricos como el Escudo de armas de México de Cayetano
Cabrera Quintero y como lo han estudiado los historiadores especialistas
América Molina del Villar y Miguel Ángel Cuenya, entre otros.
Hasta nuestros días se venera en
la Ciudad de México a cuatro imágenes religiosas femeninas, ubicadas en cada
uno de los cuatro puntos cardinales, al norte a la Virgen de Guadalupe, al este
la Virgen de la bala, al sur la Virgen de la Piedad y al oeste la Virgen de los
Remedios. Todas son protectoras contra amenazas naturales que en algún momento
histórico fueron amenazantes o detonaron desastres. Y como ocurrió con cientos
de santos patronos, también ellas fueron invocadas para enfrentar eventos
extraordinarios para los cuales fue necesaria la intervención divina. Es decir,
las vírgenes y los santos patronos de muchos pueblos, tienen la particularidad
de indicarnos los eventos más importantes que amenazaron a la población y por
ello fue necesario pedir su protección simbólica.
Esta información es importante, porque la Encuesta Nacional sobre
Creencias y Prácticas Religiosas en México, RIFREM 2016, informó que el 80% de
los mexicanos son religiosos, en su mayoría católicos. Por lo tanto, como
fieles católicos confían en la protección simbólica que les pueden brindar sus
santos protectores contra amenazas naturales. Es importante considerar este
elemento, cuando se pretende implementar un programa de mitigación de daños y
prevención de desastres, pues buena parte de la población opta por rezar antes
que por ponerse a salvo. Y sobre todo porque a pesar de la enorme influencia de
la racionalidad científica fisicalista, aún imperan en la cultura y en el
imaginario social las creencias religiosas para enfrentar los mayores peligros
de nuestras sociedades “postmodernas”.*Periodista, historiador y antropólogo, especialista en riesgos y desastres, Universidad de Colima. Email: rpadilla@ucol.mx
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