Una grata experiencia la charla sobre “el valor de la
resiliencia ante la adversidad” con la Psicóloga y Maestra en Terapia Familiar
Sistémica Leticia del Rincón en Epicentro Sonora el pasado martes 5 de diciembre
de sus comentarios podemos retomar para ésta columna algunos aspectos
importantes.
En su participación anterior, el Maestro Cesar Flores entre
otras cosas importantes decía: “No solamente se
trata de realizar un macro-simulacro, si no de dejar en la conciencia de la
población la importancia de estar preparados de manera permanente ante la
presencia de los fenómenos perturbadores según la región o zona en que habiten,
y otros que son comunes a todas como los fenómenos de carácter antropogénico”, posteriormente el Ing. Henry Peralta, especialista y consultor
internacional en el tema de resiliencia manifestaba en su columna: “Bajo
esa óptica la educación y la pedagogía en resiliencia tienen como finalidad
fortalecer capacidades políticas y organizativas de la sociedad, con base en el
conocimiento del territorio. Es necesario catalizar una ruptura del círculo
vicioso donde la comunidad se comporta y ve a sí misma desde un rol de víctima,
dependiente y asistida. Implica, al contrario, tener una postura crítica la
realidad para construir soluciones resilientes desde los limitados recursos
endógenos. Esto permite mejorar las condiciones de vida y exigir a quien
corresponda el cumplimiento de los derechos. Es una actitud proactiva de
conocimiento y reconocimiento de los deberes y derechos que potencia la
autonomía, como base de la creación de resiliencia”.
Si pretender siquiera aspirar al conocimiento y
experiencia de los autores que cité, éste es solo un ejercicio de conciencia de
cómo podemos iniciar con el trabajo de resiliencia personal y con ello aspirar
a la resiliencia comunitaria que finalmente, bajo un esquema de empoderamiento
social, logremos comunidades más seguras desde el enfoque de la gestión
integral del riesgo.
En las últimas décadas, en México, fue muy criticado el
abandono y eliminación en el sistema educativo desde los niveles básicos hasta
madia superior de las materias filosóficas relacionadas con la formación ética
y cívica, es decir, en abandono de la visión humanista por asignaturas
pragmáticas y utilitarias para el desarrollo de la competitividad; no logramos
ser más competitivos si nos comparamos con los Países de la OCDE que es el
parámetro de referencia que se aspiraba, pero si se logró alejarnos de la
cohesión social, de la reflexión aquella que la ética cívica refiere sobre
nuestro comportamiento individual inmerso en una comunidad, de ese gran pensamiento
y esfuerzo que todos debemos de hacer para lograr el proyecto de convivencia
justa y solidaria. Pero bueno, se lee muy romántico, sin embargo debemos de
considerar que la resiliencia se basa precisamente en esos valores y
principios. Si tomamos como definición general, aquellas que utilizan diversos
autores, podemos decir que la resiliencia es: “La capacidad del SER humano para hacer frente a las adversidades de la
vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas” y para
lograrlo de forma adecuada se tiene que trabajar de forma integral en el
desarrollo de factores protectores internos del ser humano y que son los pilares
para que ese ser humano sea considerado resiliente:
La autoestima
consciente, como podemos enfrentar la adversidad si no somos capaces de
valorarnos y reconocer desde nuestro interior todas nuestras fortalezas y
capacidades, y si éstas fueran pocas, como no aprender a reconocer nuestras
limitantes para trabajar en ellas y convertirlas en fortalezas, la autoestima
es el primer pilar que mediante trabajo de introspección se debe de desarrollar
de manera individual y colectiva.
Otro pilar a trabajar es la Capacidad de Relacionarse, debemos de estar de acuerdo que para el
desarrollo de la resiliencia, aunque con el primer pilar se fomenta de cierta
manera la independencia, el paso siguiente es reconocer que el ser humano es un
ser interdependiente, que con una visión solidaria debemos ser empáticos para
fortalecer el tejido social y encontrar pronta respuesta ante la adversidad,
siempre resultará positivo encontrar la mano amiga y generosa.
Para poder enfrentar la adversidad, también debemos de
desarrollar el humor y la creatividad,
y se reconoce como una característica psicológica del mexicano, que con el
humor trata de sobrellevar las tragedias y recuperarse en el menor tiempo
posible, basta ver los incontables “memes” que ocuparon las redes sociales después
de los recientes sismos.
Y en el cuarto pilar debemos de reconocer el pensamiento crítico, desarrollado
mediante la información, capacitación y educación, y porque no decir, del ayuno
de comentarios e información alarmista y tendenciosa, es lo que nos ayudará a
analizar y evaluar para aceptar como verdaderas o no, aquellas afirmaciones de
terceros sobre el contexto de la vida cotidiana y nuestro entorno, particularmente
si dicho pensamiento lo basamos en la honestidad y moralidad.
Pues bien, una vez que definimos los pilares de la
resiliencia emocional, el resto es diseñar estrategias y acciones que nos
permitan hacer con éxito intervenciones puntuales en comunidades vulnerables,
incluso en dichos sectores, proyectar mediante la gobernanza, acciones
conjuntas entre el gobierno y la sociedad especializada, para ir en el mediano plazo
generando resiliencia comunitaria a base autoestima colectiva, identidad
cultural, humor social, solidaridad y también dicho sea de paso, honestidad
estatal que hoy en día tanto hace falta.
El reto es de largo plazo, pudiéramos considerar implementar
programas educativos para la infancia respecto a la formación de los valores
éticos cívicos, pero también debemos de ser conscientes de que no todo podemos
dejarlo en manos de los gobiernos, ya que considero particularmente que, el
desarrollo del ser interior debe de iniciarse con un alto grado de voluntad y
auto-convencimiento.
Cuando empecemos a apreciar, aunque sea ligeramente,
avances en ese sentido, podremos también apreciar que de forma individual y
comunitaria, la gestión integral del riesgo de desastres se hará con un
verdadero enfoque prospectivo y preventivo, que una vez que el evento adverso
se presente, éstas comunidades podrán superar en corto plazo las secuelas
emocionales del miedo, el estrés y la ansiedad que causa la contingencia, y en
ese mismo plazo, mediante acciones para alcanzar el estado mental considerado
saludable, volver a la normalidad y continuar nuestras vidas... es decir, una comunidad resiliente.
Concluyendo, como bien cita Cesar Flores en su columna, “es necesario dejar la mediocridad” y entonces, ¿qué tanto estamos
dispuestos a involucrarnos y comprometernos con la resiliencia? Porque como
dijo Víctor Hugo, célebre poeta y novelista francés, "A nadie le faltan fuerzas;
lo que a muchísimos les falta es voluntad".
Nos leemos pronto.-
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