Por: Ing. Civil Mag. Educación Henry Adolfo Peralta Buriticá
Experto Internacional el Resiliencia Territorial
Gerente General de Soluciones Resilientes
henry.peralta@solucionesresilientes.com
Nota: Este artículo se basa en algunos apartes del libro: Resiliencia, la Clave del Liderazgo del Siglo XXI, escrito por Henry Peralta y Amparo Velásquez (2017)
“Como educadores y educadoras somos políticos, hacemos política al hacer
educación”
Paulo Freire
Cuando en la
actualidad se pretende generar un cambio de enfoque sobre lo que
significa e implica la gestión del riesgo para ir de la teoría a la práctica,
hoy más que nunca es pertinente y necesario avanzar hacia una educación y
pedagogía en resiliencia. En este ejercicio resulta clave conectar la gestión
del riesgo, el desarrollo sostenible, el cambio climático, la nueva agenda
urbana y la acción humanitaria, como temas de una misma agenda. Elementos
claves para formar a los viejos y los nuevos líderes, así como tomadores de
decisiones, desde un pensamiento crítico de la realidad que supere al
tradicional, caracterizado generalmente por estar arraigado en el pasado.
Esta situación no
se resuelve solamente creando un currículo para la gestión del riesgo de
desastres. Tampoco incorporándolo en programas de formación formal y no formal
en instituciones educativas de básica primaria, secundaria y/o de educación
superior. Es más que eso. No se trata “transversalizar” el tema en los ámbitos
educativos y vaciarlo dentro del modelo actual de enseñanza aprendizaje,
caracterizado principalmente por un tipo de “educación bancaria”[1], tal como lo planteaba Paulo Freire.
Insertarse en ese modelo escolar, limita las posibilidades y replica la
alienación. La educación tradicional en términos generales tiene una
estructura rígida que no permite el diálogo. Para trabajar desde la resiliencia
de manera integral, sería necesario entonces concebirla desde la totalidad de
la vida cotidiana y dentro de la escuela, como objeto y contexto del currículo.
La educación y
pedagogía en resiliencia deben surgir sobre las bases de una relación estrecha
entre el educador-educando-educador, para transformar la realidad. La educación
concebida como un acto dialógico de formación política, permite romper
paradigmas, cambiar modelos mentales y salirse de la zona de confort. La
educación que no está orientada de transformar a los educandos para que
comprendan y transformen su realidad, no sirve finalmente. Aquí es necesario precisar que el acto de educar es mas integral que el acto de formar. Normalmente en la gestión del riesgo se refiere mas a acciones formación y muy poco a acciones de educación. Si se continúa solo en el acto de formar y no de educar, los avances en la transformación de la realidades de una comunidad en riesgo van a ser mínimos. Mientras tanto si las acciones son educativas desde un enfoque integral y crítico de la realidad, es posible que sus efectos sean mejores y sostenibles en el tiempo, reflejándose en cambios positivos en la realidad de las comunidades en riesgo. El acto de educar promueve el reconocimiento de la realidad y promueve la autonomía.
En uno de mis
encuentros casuales con Allan Lavell, en la Conferencia Mundial de Reducción
del Riesgo de Desastres de ONU, en Sendai Japón en marzo de 2015, le pregunté
sobre cuál era su recomendación para los jóvenes líderes que venían tras los
pasos de la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres de América
Latina, La RED, en relación con las acciones que debíamos acometer para
fortalecer la reducción del riesgo desastres en los países. De todo lo que
respondió Lavell, lo que más me llamó la atención fue cuando me dijo, que a
pesar de los grandes avances en el posicionamiento y la adopción de un enfoque
integral en las políticas mundiales y los avances en la creación de leyes en
los países, él consideraba que para poder llevar esto realmente a la práctica,
era necesario volver a las raíces de los planteamientos de la RED.
Comprendí entonces
que era necesario volver a estudiar las nociones, métodos y prácticas sobre los
cuales se soportaron sus planteamientos, debido que a pesar de que estos han
sido escritos y “transcritos” en las políticas globales y de los países,
considero que aún existe un vacío en la comprensión de sus planteamientos, no
solo en su significado sino en su significante.Lavell plantea que para la
RED, siempre la idea era la de la difusión y acogida de un método y
práctica, noción y concepto, distinto a los que prevalecieron a principios de
los 90. Y eso, creemos, se ha logrado. Tal logro, ya de por sí da vida a LA RED
y su futuro está hoy en manos de otras generaciones, estudiosos y practicantes
Lo anterior
implica que es necesario reflexionar sobre los “viejos conceptos” aún no
comprendidos y que muchos creen manejar y aplicar de manera coherente.
Aún existe un reto más importante, es el de comprender los nuevos
conceptos, como el de resiliencia, que ahora muchos usan y que está de moda,
pero que todavía no es comprendido en toda su dimensión. Concepto poderoso
desde donde se podría explicar los conceptos “viejos”. Es como devolverse desde
ahí hacia atrás. Para lograr esto es necesario, estar dispuesto a desaprender y
aprender de nuevo.
Bajo esa óptica la
educación y la pedagogía en resiliencia tienen como finalidad fortalecer
capacidades políticas y organizativas de la sociedad, con base en el
conocimiento del territorio. Es necesario catalizar una ruptura del círculo
vicioso donde la comunidad se comporta y ve a sí misma desde un rol de víctima,
dependiente y asistida. Implica, al contrario, tener una postura crítica la
realidad para construir soluciones resilientes desde los limitados recursos
endógenos. Esto permite mejorar las condiciones de vida y exigir a quien
corresponda el cumplimiento de los derechos. Es una actitud proactiva de
conocimiento y reconocimiento de los deberes y derechos que potencia la
autonomía, como base de la creación de resiliencia.
A pesar de los
muchos esfuerzos que organizaciones internacionales, aún falta un largo camino
por recorrer en la promoción del cambio de enfoque de la gestión del desastre,
a la gestión del riesgo. Es común escuchar a individuos, consultores,
organizaciones de diversas índoles o de entidades territoriales, referirse a
los “desastres naturales”. Pareciera que los procesos de “alfabetización”
conceptual sobre la temática no hubieran tenido la suficiente dispersión y
alcance que se esperaba. Este proceso de divulgación de los conceptos es clave
y urgente, e incluye una comprensión crítica del mundo.
Muchas de las
decisiones en términos de programas, proyectos y acciones concretas en los
territorios para la reducción del riesgo y el desarrollo sostenible, dependen
de los modelos mentales de individuos y organizaciones. El miedo al cambio, o a
que se “mueva la silla”, pueden ser algunas de las causas principales de
decisiones inadecuadas. Esta actitud más temprano que tarde, incide en el
mejoramiento de las condiciones del colectivo social.
Finalmente los más
afectados, frente a las decisiones tomadas por los modelos mentales existentes,
son las comunidades que requieren soluciones integrales y urgentes a las
problemáticas del riesgo y el mal desarrollo. Son frecuentes varios tipos de
obstáculos a las ideas innovadoras: los criterios personalistas, las creencias
o supersticiones inmovilizadoras, las escuelas de pensamiento o de formación
con ideas anacrónicas, así como las actuaciones incongruentes con la misionalidad
de las organizaciones, son condiciones que pueden ralentizar o definitivamente
impedir dinámicas diferentes.
Los responsables
de diseñar los procesos educativos en gestión del riesgo, tanto individuos u
organizaciones están llamados a reflexionar y plantearse preguntas como: ¿Cuál
es la comprensión sobre el acto de enseñar la gestión del riesgo?; ¿Cuál es la
comprensión del acto de aprender que se debe desarrollar en los educandos? o
¿Cuáles son las metodologías, técnicas y dispositivos pedagógicos con los que
se puede apoyar el proceso educativo hacia la resiliencia?. Resolver estas
inquietudes, podría servir para crear nuevas escuelas de pensamiento, sobre la
base de una educación y pedagogía en resiliencia, que permita leer en texto y
contexto de manera crítica, las realidades territoriales que generan el riesgo
y afectan el desarrollo. Esta es la base para resolver de manera creativa y
propositiva las problemáticas existentes del riesgo actual y los riesgos
futuros de manera sostenible.
Observatorio
Resiliencia Territorial
Centro de Pensamiento, Innovación e Investigación
de Soluciones Resilientes
de Soluciones Resilientes
[1]
Para Freire (1968) la educación bancaria: “sugiere una dicotomía inexistente,
la del hombre-mundo. Hombres que están simplemente en el mundo y no con el mundo
y con los otros. Hombres espectadores y no recreadores del mundo”.
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