Indudablemente que nos encontramos viviendo en una época con situaciones por demás complejas que requiere más que solo nuestra capacidad intelectual para poder enfrentarla y salir avante. Cuantas veces no hemos escuchado la frase “actúa inteligentemente” pero, ¿Qué es la inteligencia?
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Inteligencia proviene del término latín intellegere, compuesta de inter “entre” y legere “escoger”, entonces etimológicamente significa “saber elegir”. Conociendo su origen, definirla en la práctica cotidiana puede representar, la capacidad del ser humano de asimilar, procesar, elaborar información y utilizarla para tomar decisiones que lleven a la solución asertiva de problemas.
Tradicionalmente la inteligencia se mantuvo separada de las emociones, pero con los años su alcance se ha ido incrementando y haciendo más compleja. En la Teoría de las inteligencias múltiples (Gardner H., 1983) se plantean ocho tipos: Lógico-Matemática; Lingüística-Verbal; Musical; Visual-Espacial; Corporal-Cenestésica; Naturalista; Interpersonal e Intrapersonal.
En tal sentido, todos los individuos requieren de diferentes recursos para alcanzar el bienestar en todos sus ámbitos de su vida, si bien es cierto que para lograrlo es importante desarrollar el intelecto con el que adquiere conocimientos que le permitan desarrollarse adecuadamente, tampoco debemos excluir aquellos factores emocionales que hoy en día tienen un papel relevante para mejorar su desempeño y adaptación, ya que las habilidades sociales siempre estarán presentes en los ámbitos personal y profesional a través de las relaciones con otras personas.
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La inteligencia emocional hace ese importante papel en el individuo, ya que es una habilidad que permite la gestión de las emociones y otorga dirección a las acciones. Para lograrlo, se debe de trabajar arduamente en el fortalecimiento del autoconocimiento y la empatía como factores relacionados y fundamentales de la inteligencia emocional, en resumen, fortalecer el volverse una persona consciente.
El primer factor comentado es el autoconcepto, que son características en permanente transformación, las cuales pueden enriquecerse, conforman la imagen propia de la persona y la manera como percibimos las propias habilidades, capacidades, emociones y apariencia; estas características se van construyendo desde la infancia y son influenciadas por muchas variables y circunstancias. El autoconcepto se compone por un lado con la identidad social, relacionada con el sentido de pertenencia a los grupos sociales con los que convivimos y por otro, con la identidad personal, o aquellos rasgos de la personalidad que nos hacen diferente de los demás.
El segundo factor es la autoestima, y se refiere a los pensamientos, evaluaciones, percepciones y comportamientos dirigidos a uno mismo y a los propios rasgos físicos y de comportamiento, los cuales siempre deben de responder a la siguiente pregunta ¿Cómo me siento conmigo mismo? Las personas que gozan de una autoestima saludable son capaces de comprenderse, aceptarse y respetarse tal como son, por el contrario, las personas con bajo nivel de autoestima se intimidan ante las demás personas y se sienten poco valiosas. Debemos entonces entender, que para mantener una buena relación con los demás, es muy importante tener una buena relación consigo mismo.
En resumen, para tener una inteligencia emocional adecuada y valiosa, es importante vivir de forma consciente, responsable, auténtica e integral.
“Sé consciente de que en este momento estás creando. Estás creando tu próximo momento basado en lo que sientes y piensas. Eso es lo que es real.” Doc Lew Childre Jr.
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