María
N. Rodríguez Alarcón
Ya culminó la denominada temporada de
ciclones tropicales del lado del Océano Atlántico, que oficialmente inicia
el 1 de junio y finaliza el 30 de noviembre de cada año. Una temporada que fue
extremadamente activa, con afectaciones importantes, particularmente en
Centroamérica. En este sentido, se trata de una oportunidad para rememorar el
paso del huracán Mitch en 1998, el cual fue temerosamente esperado en territorio
mexicano, pero cuyas afectaciones se concentraron fundamentalmente en Honduras
y Nicaragua, seguidos de Guatemala y El Salvador y, en menor medida, Costa Rica
y Belice. Un fenómeno que, además, nos recuerda la prevalencia de
significados y creencias religiosas frente a las dinámicas de la naturaleza.
En el caso concreto del sureste mexicano, en la
ciudad de Chetumal, capital del estado de Quintana Roo, se aguardaba la
inminente llegada del huracán Mitch debido a los rumores acerca de la destrucción
total de la región y a la pérdida de gran cantidad de vidas humanas. De allí
que, surgiera por primera vez un santo patrono: San Judas Tadeo.[1]
A diferencia de otras localidades, hasta ese momento no había una virgen o
santo patrono de Chetumal, un referente religioso a quien pedirle favores y
orar por su intervención frente al Ser Supremo. Incluso, ante la continua
presencia de huracanes a lo largo de su historia no había surgido previamente,
como en otros casos similares, ninguna divinidad a quien encomendarse cada año
frente a la temporada de ciclones tropicales.
El 28 de octubre de 2016 tuve la oportunidad
de asistir a la celebración eclesiástica que se instauró como una tradición
anual en acción de gracias a San Judas Tadeo y de entrevistar tanto a la Sra.
Paquita Rivero, precursora de las peticiones al santo, como al sacerdote David
Ju, encargado de realizar las misas en su honor todos los años. De acuerdo con
el testimonio de la Sra. Paquita, cuando se informó acerca de la llegada del
huracán Mitch a Chetumal, el entonces gobernador Mario Villanueva, quien
era su amigo cercano, le hizo una llamada telefónica y la instó a “colgarse”
del santo:
La noticia de que va a haber un
ciclón y dan la primera alerta, la segunda alerta y en la tercera alerta, pues
ya supuestamente el ciclón ya venía para acá y me habla el gobernador Mario
Villanueva. Que yo siempre he sido devota de San Judas Tadeo y me dice “Paquis,
cuélgate de los tenis de tu santo porque esto viene duro, ya están las bolsas,
ya está todo para que cuando pase esto nos vengan a recoger”, o sea muertos
¿no? Me dice “yo no me voy a ir, me dicen que yo saque a mi familia de acá” y
entonces él me dijo “no me voy a ir, me voy a quedar con mi familia, así que
cuélgate de sus tenis”.
Y ahí, bueno hasta ahí quedó, ya
entra, pues estábamos esperando todos que entrara el Mitch, porque fue
el Mitch y de repente me dicen “ya se fue”. Entonces, tú sabes lo que
era pues para todo Chetumal que se haya ido este mal tiempo que nos iba a
entrar y me vuelve a llamar el gobernador “oye, te colgaste bien… mira, tu
santito nos hizo el milagro… Paquis, vamos a hacer una misa en el muelle,
encárgate de eso” (Paquita, 04 de noviembre de 2016)
Por su parte, el párroco David Ju me comentó lo
siguiente:
Nos
llegaron reportes del huracán Mitch, la ruta, el tamaño y las
consecuencias que podría tener, especialmente para Chetumal por el lugar por el
que iba a entrar. Entonces, la gente estaba muy alarmada, en parte creo que las
autoridades estaban preparadas para lo peor y surgió esta inquietud de una
hermana de la comunidad que se llama Paquita, que creo que estaba al servicio
de las autoridades, trabajaba ahí en el gobierno y vio la necesidad de ahora sí
que pedirle a Dios pues que tengamos su protección por aquel acontecimiento. Y
entonces visitó al sacerdote que estaba antes que yo en esta comunidad, el
padre Javier Orozco, y juntos organizaron esa primera misa pidiéndole a Dios
que nos libre del huracán, particularmente de ese Mitch y de todas las
consecuencias que iba a tener. Providencialmente, el huracán tomó otra ruta y
a partir de ese instante quedó como una costumbre, como una tradición, que los
días 28 de octubre se iba a celebrar esta misa, sea en su origen en el muelle,
ahora se hace en la explanada (David Ju, 26 de octubre de 2016).
Este
tipo de situaciones, lejos de ser excepcionales, constituyen un elemento común
en contextos de desastres. El surgimiento de santos protectores contra ciertas
amenazas naturales son un fenómeno socio-religioso que funciona como consuelo
emocional. Ello, debido a que un aspecto característico del ser humano es la
búsqueda de conocimiento y comprensión de su entorno, mientras su mayor temor
es enfrentarse con lo que no puede explicar, con el “misterio” de aquello que
no puede controlar (Padilla Lozoya, 2014b; Jurado Jurado, 2001; Geertz, 1989).
Sin
embargo, varios chetumaleños cuestionaron la intervención divina al señalar la
contradicción del evento; pues, si bien, el ciclón se alejó de Chetumal, se produjeron
importantes pérdidas materiales y humanas en Centroamérica. Es debido a ello
que ha sido apodado como el “monstruo del Caribe”. Al respecto, el historiador
autodidacta Bautista Pérez me dijo lo siguiente:
En
cuanto a los mayores desastres causados por los huracanes del Atlántico a
través de la historia es el gran huracán de 1780 que mató a 22 mil personas en
el Caribe. Mitch es el número dos y aun así a 14 años del suceso un
editorialista en el diario Sur hace la misma reflexión de millones de
hondureños ¡No sé cuál haya sido nuestro pecado, pero creo que no merecíamos
tanta furia sobre nuestra tierra! El Heraldo, por su parte, reporta que miles
de afectados continúan viviendo sobre las zonas arrasadas durante las crecidas
de los ríos… Lo más inquietante quizás sea al fin y al cabo la creciente
veneración a San Judas Tadeo por haber resguardado a Chetumal de la furia de Mitch,
cuando los vecinos de Centroamérica continúan sin restañar las medidas y
consideran aún que esa misma furia llegó hasta ellos de forma inmerecida. No
bastará entonces, conocer a fondo los caprichos de la física para pretender ser
culto en materia de huracanes, es preciso también adentrarse en el nebuloso
campo de la metafísica. Porque ya entran otros factores y ya no puede uno decir
“pues no, nos salvó San Judas Tadeo”, pero fue y mató a doce mil
centroamericanos, entonces ¿se lo cargamos a San Judas o a quién? (Bautista
Pérez, 30 de octubre de 2016).
Es preciso comprender que las peticiones a
San Judas Tadeo reproducen las concepciones en torno a las amenazas naturales como
fenómenos extraordinarios y, en esa medida, se les adjudica una carga externa,
donde las acciones humanas no tienen responsabilidad directa en sus efectos e
impactos. El atributo sobrenatural que se les adjudica a los huracanes perpetua
una interpretación de los eventos coyunturales como escenarios sobre los cuales
no se puede actuar materialmente, sólo subjetivamente a través de la
intervención de la divinidad.
No obstante, lo que se quiere señalar al
hacer esta breve referencia a la devoción por San Judas Tadeo como santo patrono
de los huracanes, es la importancia de comprender las representaciones,
percepciones y creencias de las poblaciones como factores fundamentales en la
compresión de los contextos afectados por desastres. A la par, entender la importancia
de distinguir entre el fenómeno natural, el desastre y las interpretaciones que
en torno a ambos se realiza desde las personas afectadas o expuestas a sufrir
daños. Igualmente, reconocer la necesaria atención a la dimensión simbólica, a las
diversas formas de interpretar una coyuntura desastrosa, y a la amenaza
asociada a ella, en el diseño y aplicación de políticas públicas e
intervenciones locales en materia de gestión de riesgo de desastre.
Referencias bibliográficas
Geertz,
Clifford. 1989 La interpretación de las culturas, Editorial Gedisa,
Barcelona.
Jurado
Jurado, Juan Carlos. 2001 “Terremotos, plagas y pestes: Del castigo y la
misericordia de Dios en la Nueva Granada, siglos XVIII y XIX”, en Revista
Credencial Historia, núm. 140, pp. 5- 18.
Padilla Lozoya, Raymundo. 2014a Estrategias adaptativas
ante los riesgos por huracanes en Cuyutlán, Colima y San José del Cabo, baja
California Sur en el siglo XX, tesis doctoral, CIESAS, Ciudad de México.
Padilla Lozoya, Raymundo. 2014b
“Representaciones en san Felipe de Jesús (santo patrono contra incendios y
temblores”, en Aideé Arellano Ceballos y Carlos Ramírez Vuelvas (coords.), Imaginarios
y representaciones sociales y culturales en transición, Universidad de
Colima y Editorial Praxis, Ciudad de México, pp. 96- 129.
[1] “Los humanos declarados santos fueron personas que se distinguieron por sus características morales, por su labor en beneficio de la sociedad o por su identificación y comunicación con divinidades. A esos santos, los creyentes suelen invocarles apoyo en situaciones de emergencia individual o colectiva, ya sea por causa de desastre o desgracia personal. Algunos santos además son denominados santos patronos, porque algún rasgo característico los relaciona con una habilidad particular, ya sea intervención divina o protección simbólica, lo cual produce una percepción reconfortante o esperanzadora para el creyente. En su mayoría, los santos patronos surgen cuando un colectivo los declara, los invoca y la súplica puede resultar positiva o negativa” (Padilla Lozoya, 2014a: 97).
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