Uno
de los elementos urbanos más relevantes para la planificación de cualquier
ciudad es la permeabilidad, que significa el grado que la ciudad puede ofrecer
a las personas para acceder y desplazarse a través de ella, lo cual implica una
estructura vial ordenada y funcional, el mantener un equilibrio entre los
vehículos y peatones, sin segregar a éstos últimos, éste concepto se ha
manejado desde la década de los sesentas, sin embargo hoy en día, bajo el concepto
de la sostenibilidad (PUMA/2009), ha tomado auge con el nombre de movilidad, que
retomando a Monserrat Mendoza (2017) “se conceptualiza en los desplazamientos
origen-destino que tienen lugar en las ciudades, ya sea por medios de
transporte motorizados o no motorizados, particulares o colectivos, haciendo
referencia a la clasificación general de los modos de transporte que una
persona puede utilizar para trasladarse de un lugar a otro”; yo le agregaría,
utilizar de forma segura.
Es
verdad que la mayoría de nuestras ciudades se han desarrollado con un sistema
vial inadecuado, resultado de gobiernos con visión de corto plazo o sujeto a
intereses políticos y privados, ello aunado a la falta de una política pública
transversal y sustentable durante muchas administraciones estatales y
municipales. El sistema actual no tiene estructura y aunque algunas avenidas se
encuentran jerarquizadas las medidas tomadas para aliviar la situación por
falta de un mayor presupuesto como son la semaforización, los pares viales,
camellones, etc., han hecho cada vez menor esta distinción, produciendo un
ligero caos en la circulación interna.
A
nivel ciudad, es triste circular por cualquier calle y ver que los
discapacitados tienen que sortear su suerte al transitar por los arroyos de
calles y avenidas al no poder hacerlo por las banquetas que no cuentan con
elementos físicos ni normativos para que puedan desplazarse con seguridad a
través de ella. En este aspecto, la señalización para peatones también es
deficiente, no en todos los trabajos de obra pública y privada consideran al
término, la pintura necesaria para el cruce peatonal que brinde una seguridad
subjetiva y permita la aplicación de las leyes y reglamentos de tránsito.
Bajando
de escala estos conceptos, tenemos que hoy en día muchos edificios públicos y
privados incumplen con la Ley General (2011), Acuerdo Federal (2004), Norma Oficial
Mexicana (2015) y normatividades locales para la accesibilidad con lo desde la
gestión del riesgo de desastres se traduce no solo una vulnerabilidad física
referida al propio establecimiento que genera en consecuencia una alta
vulnerabilidad humana para quienes hacen uso del mismo y que deja en el
desamparo a las personas con discapacidad.
En
ese tenor, las vulnerabilidades obtenidas solo es el problema objetivo del
caso, tenemos dentro de las causas que subyacen una mucho más grave que es la
indiferencia social para el cumplimiento de la norma, la indiferencia al valor
intangible de la vida humana que siempre, en todos los casos termina en
tragedia. "La más grande tragedia es la indiferencia" reza un famoso
lema de la Cruz Roja, y personalmente creo que la indiferencia se trabaja bajo
dos aspectos objetivos, el premio o el castigo. Como premio tenemos que un
inmueble accesible es un inmueble sustentable, lo que directamente tiene como
consecuencia mayor plusvalía y como castigo tenemos las potenciales sanciones
que una autoridad administrativa impondría al sujeto obligado por el
incumplimiento de las normas legales aplicables, es decir, si no lo haces por
convicción, hazlo por interés.
Muchas
voces calificadas mencionan la importancia de la educación no solo en la
población escolar sino también con los adultos ya que somos los mayores
infractores a las leyes y reglamentos. En el ámbito mundial hay claras
evidencias de que la conveniencia de programas escolares en la que participan
los padres de familia, además de las grandes ventajas que tiene el incluir bajo
esquemas de integración en los planes de estudio la educación para la seguridad
y la accesibilidad, sin embargo, está comprobado que el solo conocimiento no basta
para reducir los riesgos y sus consecuencias, sino que se tiene que trabajar en
una cultura de prospección y prevención para que las personas puedan percibir
el peligro y que cambien conductas, esta será la forma de generar una sociedad
más consciente.
Dentro
de éste programa de educación, los Colegios de Profesionales enfocados a las
áreas del diseño, construcción, seguridad y gestión del riesgo, aquellos se
supone que poseen el conocimiento técnico del tema, deben también de promover
entre sus agremiados, la actualización mínima necesaria para que los proyectos
y las obras, según sea el caso, cumplan con la normatividad vigente, que si
bien a la fecha en algunos casos no son obligatorias y están mas que nada,
sujetas al presupuesto autorizado de inversión con la consecuente
inoperatividad o inseguridad del área pública o del inmueble edificado.
Esperemos
que pronto se encuentre el mecanismo adecuado para conciliar los diversos
intereses sociales sin perder de vista el fundamento técnico de las posibles
soluciones. En resumen, es obligación de todos construir ciudad para todos.
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