“Se
presume ignorancia, si no se prueba ciencia.”
“Principio
General del Derecho”
En el artículo de hoy, quiero refutar el dicho de la Coordinación Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, quien afirma que en México existen 30 años de protección civil.
En primer lugar quiero aclarar, que estoy de acuerdo en que el SINAPROC cuenta hoy en día con 31 años de existencia; pero afirmo categóricamente que hay protección civil y gestión del riesgo desde hace muchos años más.
Para lo anterior, me permito retomar un poco de la historia del SINAPROC que ya han plasmado algunos compañeros en este blog, al tiempo que pasaré a explicar mi opinión sobre la existencia previa de gestión del riesgo y protección civil antes del surgimiento de nuestro agente regulador mexicano por excelencia.
Hace 31 años nació en México el Sistema
Nacional de Protección Civil; su nacimiento se da por medio de un decreto
presidencial que contiene las Bases para el establecimiento del Sistema
Nacional de Protección Civil, publicado en el Diario Oficial de la Federación
el 6 de mayo de 1986.
¿De dónde surgen estas bases? El 9 de octubre de 1985, el
entonces Presidente de la República, Lic. Miguel de la Madrid Hurtado, acuerda
la creación de la Comisión Nacional de Reconstrucción con el fin de dirigir
adecuadamente las acciones de auxilio a la población damnificada por los sismos
ocurridos los días 19 y 20 de septiembre de 1985 que afectaron la Ciudad de
México; así como sentar las bases para establecer los mecanismos, sistemas y
organismos para atender mejor a la población en la eventualidad de otros
desastres, incorporando las experiencias de instituciones públicas, sociales y
privadas, de la población científica y de la población en general.
Dicha comisión se estructuró en seis comités, uno de los
cuales fue el de “Prevención en Seguridad Civil” en el cual de manera colegiada
se realizaron los trabajos y discusiones que llevarían a la construcción de las
Bases para el establecimiento del Sistema Nacional de Protección Civil. Estas
como ya se mencionó, cumplieron ya 31 años de haber sido publicadas en el Diario
Oficial de la Federación el 6 de mayo pasado.
El día 6 de mayo del año 2016, con la intención de conmemorar 30
años del surgimiento del SINAPROC, la Coordinación Nacional de Protección Civil
de la Secretaría de Gobernación, Coordinadora Técnica del Sistema Nacional de
Protección Civil, creó el hashtag #30anosProteccionCivil en la red
social Twitter, con lo que se pretende señalar que la Protección Civil en
México se reducía únicamente a los últimos 30 años.
Definitivamente no estoy de
acuerdo; la Protección Civil en el área geográfica de los que hoy es México
tiene mucha más historia y realidades que los que contienen los últimos 30 años
y ahora 31 años.
La historia de las calamidades en el actual territorio
mexicano es muy amplia; las propias Bases para el establecimiento del Sistema
Nacional de Protección Civil hacen referencia en sus “antecedentes
históricos” a la presencia del hombre en el territorio nacional desde hace
más de 20 mil años y explica que se tienen registros documentados de hace 5 mil
años; así mismo explican que los cientos o miles de pobladores de esta región,
sufrieron eventos similares a los que ahora nos impactan y que nuestros
antepasados le daban un explicación mítica, aunque a mi parecer era teológica.
El no querer leer el contenido del documento que le da origen al SINAPROC
resulta una arrogancia de tal magnitud, como si nosotros dijéramos que no
descendemos de los mexicas y solamente en nuestra sangre corre la vena europea.
Las mismas Bases para el establecimiento del Sistema Nacional
de Protección Civil señalan que Cuicuilco, el sitio antropológicamente conocido
como el primer centro ceremonial del altiplano, cuyas ruinas se encuentran al
sur de la CDMX, fue parcialmente destruido por la erupción del volcán del
Xitle, la cual cubrió de lava la porción suroeste de la cuenca, y con ello el
primer centro con arquitectura monumental en el área.
Así mismo en los años mil 500 D.C. en el altiplano central
florece la cultura teotihuacana, la cual después de un milenio y al paso de la construcción
de su propio riesgo, sucumbió ante el fenómeno sociorganizativo que constituyó
el hacinamiento enorme de población que acabó con los recursos locales
deteriorando las tierras agrícolas y los espacios forestales, reduciendo
substancialmente la capacidad de la tierra para soportar a la población,
provocando su abandono.
Similares suertes sufren las ciudades mayas de Palenque,
Yachilan, Bonampak, Tikal y Usaktum, quienes construyen sociorganizativamente su
riesgo, agotan sus recursos y abandonan sus ciudades.
Tula, la gran capital tolteca del altiplano es impactada por
una fuerte y larga sequía que provoca que socialmente entre en crisis y por lo
cual es parcialmente abandonada y posteriormente atacada y destruida por los
bárbaros.
Ahora vayamos a la Gran México-Tenochtitlán: la capital de los
mexicas se construyó sobre dos islotes situados en la parte occidental del lago
de Texcoco, que recibió el nombre de laguna de México, separados esos islotes
por una zanja o acequia que corría de oeste a este. La ciudad del norte se
llamó Tlatelolco y la del sur recibió el nombre de México-Tenochtitlan. Se
comunicaban con tierra firme por medio de cuatro grandes calzadas.
La primera inundación de la ciudad ocurrió en 1449, gobernando
Moctezuma Ilhuicamina, quien por consejo de Nezahualcóyotl construyó una
albarrada o cerca de tierra, formada con tierra y piedra, que tenía compuertas
para regular la entrada y salida de las aguas. Por el sur, los mexicas
levantaron otros diques, también dotados de compuertas, que dividían los lagos
de Xochimilco y Chalco. Dígase lo que se diga, esta es una obra de gestión correctiva-
prospectiva del riesgo cuya finalidad es reducir un peligro ¿no es esto protección
civil?
Una segunda inundación que causó graves estragos tuvo lugar en
1498. Pero es muy importante señalar, que contra lo que se cree, los mexicas jamás
intentaron secar el lago, por lo contrario, convivían ecológicamente con él, de
ahí se alimentaban, en él comerciaban y se comunicaban, en él cultivaban a base
de “chinampas”, tenían una relación de respeto hacia lo natural; sobre el
particular sin embargo, como recordaba el gran geógrafo prusiano Alexander von
Humboldt[1], “acostumbrados
a moverse en canoas, los mexicas nunca tuvieron en su mente sacar las aguas del
valle sino en todo caso contenerlas”; esto lo hacían mediante
diques-calzadas y albarradones, como el ideado por Nezahualcóyotl.
En 1521, durante el asedio de la ciudad por Hernán Cortés, se
inició la destrucción de este albarradón[2], (al
destruirlo atraerían inundaciones al nuevo asentamiento “La Nueva España”) al
que se abrieron varios boquetes para dejar libre el paso de los bergantines
construidos para navegar entre las lagunas de Texcoco y de México.
En los comentarios históricos del maestro Manuel Orozco y
Berra podemos observar como por primera vez los mexicas producen
organizadamente una obra de reducción del riesgo con los albardones que
construye Nezahualcóyotl. Esta acción constituye una primitiva forma de gestión
del riesgo y de protección civil por lo que no puede hablarse de que ésta se
limita únicamente a los últimos 30 años de nuestra era.
Regresando al capítulo de antecedentes históricos de las Bases
para el establecimiento del Sistema Nacional de Protección Civil, nos encontramos
que la conquista española, independientemente del matiz militar que obviamente
tiene, estuvo apoyada por un fenómeno Sanitario-Ecológico que contribuyó a la
derrota del pueblo mexica a manos de los españoles. En efecto los españoles
trajeron a América enfermedades virales desconocidas; estas diezmaron
terriblemente al pueblo mexica. En años subsecuentes se pudo determinar que de
un millón y medio de habitantes indígenas en la Gran México-Tenochtitlán en
1519 se redujo a 70 mil en las décadas siguientes, presentándose epidemias
recurrentes.
Vayamos ahora a la época colonial: la primera gran inundación
durante este periodo ocurrió el año de 1555, gobernando el virrrey Luis de
Velasco, "el Viejo". Un cronista de la época lo anotaba así: “el
17 de septiembre de 1555 comenzaron los aguaceros diluviales que inundaron
México y que derrumbaron muchas casas de la gente de México. Otros muchos a
quienes el agua tapó las casas, tuvieron que abandonarlas, así como sus
tierras”. La primera medida que adoptó el virrey Velasco fue construir una
albarrada, que se llamó de San Lázaro, en realidad un gran muro de piedra, que
daba la vuelta a la ciudad y sustituyó el “albarradón”, bastante deteriorado en
esta época, ideado por Nezahualcóyotl. Esto es gestión prospectiva-correctiva
del riesgo, más protección civil ¿o no?
Pronto se darían cuenta las
autoridades virreinales que el problema no se resolvía con una simple política
de contención, sino que era necesario aplicar medidas más drásticas.
Nuevamente nos encontramos con medidas de mitigación del
riesgo que se proyectaron y ejecutaron hace más de 200 años ¿cómo no
considerarlas acciones de protección civil? ¿no lo son solamente porqué no se
realizaron con posterioridad a la fundación del SINAPROC?
Continuémos con los proyectos coloniales que se ejecutaron
para mitigar el riesgo y que tal vez derivó en la construcción del actual
riesgo tiene la Ciudad de México. El primer proyecto que incluye la necesidad
del llamado “desagüe del Valle de México” fue obra del español Francisco
Gudiel, que lo formuló a finales de 1555. En opinión de Gurrea, se adelantó a
Humboldt en más de 200 años, porque “no sólo propuso el desagüe general del
valle sino también el aprovechamiento de sus aguas. Era necesario controlar las
aguas para usarlas a conveniencia, en el regadío de las tierras de labor y en la
navegación”. ¿No es esto la prospección correctiva del riesgo cuyas acciones
pretenden mitigar, corregir, reducir o transferir el riesgo de desastre
existente? Insisto ¿solamente vale lo que se ha hecho en los 31 años del
SINAPROC?
Gudiel consideró que “a la laguna entran muchos ríos y
arroyos que los diques y albarradas son remedios pasajeros que para atacar el
problema en su origen no se debe permitir que entren las aguas del Cuauhtitlán
en la laguna de Zumpango y ésta en la de San Cristóbal, que a su vez desagua en
la de Tetzcoco y ésta en la de México que la solución es desviar el Cuauhtitlán
y hacerlo desaguar a ciertas quebradas de Huehuetoca e ir a parar al río de
Tepexi, que va al mar que haciéndose las acequias hasta Huehuetoca, podrán ir
desde esta ciudad canoas y bergantines que podrían proveer de cal y de muy
buena piedra y demás mantenimientos”.
La ausencia de grandes lluvias en los años siguientes, unida a
la resistencia del cabildo, que se negaba a pagar las obras, hizo que este proyecto
se olvidara durante muchos años (no estamos hablando de la actualidad, nos
referimos a hace 200 años). Veinticinco años más tarde, el jesuita Andrés Cavo
relata estos hechos: “El año de 1580 es notable en la historia, por la
abundancia de lluvias que hubo en México y que hicieron salir de madre aquella
laguna con tanto daño de la ciudad, que por muchos días estuvo inundada. El
virrey mandó convocar el ayuntamiento y en esta junta se resolvió que se
hiciera un desagüe a las lagunas que rodeaban a México y se señaló por lugar
los bajos de Huehuetoca. Pero habiendo cesado las lluvias y la agua vuelto a su
nivel, no se volvió a parlar de este proyecto” (las lluvias atípicas que tanto mencionan nuestras autoridades
federales en su defensa cuando ocurre un desastre, ya eran típicas desde antes
de la llegada de los mexicas y los españoles al vale).
Fue necesario llegar a 1604, cuando se produjo una inundación
que anegó los barrios bajos durante más de un año y ocasionó el derrumbe de
numerosas casas, para que se solicitaran nuevos informes y propuestas de
solución. El virrey Juan Manuel Hurtado de Mendoza y Luna, marqués de
Montesclaros, trató de recuperar el proyecto de Francisco Güemes, pero la
oposición de la audiencia y del ayuntamiento impidieron su aprobación. Las obras
hechas se limitaron a la reconstrucción de los “albarradones” erosionados
con el paso del tiempo.
En 1607 la Corona llamó a Luis de Velasco hijo, que se había
retirado a vivir en Azcapotzalco, para gobernar el virreinato en substitución
de Montesclaros. El nuevo virrey, consciente de la gravedad de la situación,
insistió en que se convocara a cuantos fueran capaces de plantear nuevas
propuestas y, entre los proyectos presentados, se eligió el de Enrico Martínez,
geógrafo, ingeniero e impresor, que había llegado a Nueva España en 1590. A
partir de este momento se inició la formidable operación de horadar las
montañas que rodean el Valle de México, para expulsar el sobrante acuífero de
las frecuentes lluvias y el aumento del caudal de los ríos del Valle.
Consistía en dos partes: horadar mediante un largo túnel
(socavón en los textos de la época) las montañas, para desviar el caudal del
río Cuautitlán, impidiendo su vertido en la laguna de Zumpango, y además, abrir
un amplio tajo a cielo abierto, que desde Huehuetoca llevara las aguas a
Nochistongo y el río Tula. El virrey Velasco inauguró estas obras personalmente
a finales de 1607. A partir de entonces, con mejor o peor fortuna, todos los
virreyes de Nueva España tuvieron que intervenir en el desarrollo y control de
estas obras, que exigieron considerables recursos y mano de obra. Tampoco
estuvieron exentas de controversia y de críticas, en las que llegaron a
intervenir directamente las autoridades de la Corte. Felipe III envió desde
Europa al ingeniero Adrián Boot, que llegó a México en 1614 y obligó a corregir
los errores cometidos por Enrico Martínez.
Hasta aquí, tenemos una obra de reducción del riesgo que trascendió gobiernos y el tiempo, obra de protección civil de gran envergadura y de largo aliento, cómo ya venía ocurriendo. ¿Tenemos elementos para seguir negando la preexistencia de la protección civil antes del decreto que contiene las Bases para el establecimiento del Sistema Nacional de Protección Civil de 6 de mayo de 1986 tal y como pretende la Coordinación Nacional de Protección Civil de la SEGOB que creamos?
Continuemos con el análisis, en 1623 Diego Carrillo de Mendoza
y Pimentel, marqués de Gelves, suspendió las obras, que no se reanudaron hasta
1637, siendo virrey Lope Díaz de Armendáriz, marqués de Cadereyta, después de
las catastróficas inundaciones de 1627, 1629 y 1634.
Consternado el virrey por la situación de la ciudad decidió
que se trabajara en el tajo a cielo abierto, intensificándose la limpieza
general de las acequias. Nombrado superintendente general fray Luis Flores en
1637, dirigió los trabajos con relativo éxito durante más de veinte años. Poco
después, al llegar a Nueva España el virrey Antonio Sebastián de Toledo, Molina
y Salazar, marqués de Mancera (fue el primer Mancera que gobernó esta ciudad),
decidió proseguir las obras y en 1665 ordenó el nombramiento del franciscano
fray Manuel Cabrera, gracias a cuya labor"se salvó la ciudad de las
intensas lluvias de 1674".
Sin embargo, el enfrentamiento de fray Manuel con el virrey
arzobispo Payo Enríquez de Ribera se saldó con el destierro del franciscano,
acusado de obrar con lentitud y de oponerse a los planes del arzobispo. Las
inundaciones posteriores confirmaron la improcedencia de esta medida. Como
vemos, ya desde entonces se echaban culpas, como hasta ahora ocurre.
Afortunadamente, la llegada del virrey Melchor Portocarrero
Lasso de la Vega, conde de la Monclova, supuso la reposición de fray Manuel,
que confirmado en 1688 por el virrey Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y
Mendoza, conde de Galve, pudo llevar a cabo una limpieza general y la
reanudación de las obras del desagüe hasta su muerte, ocurrida el año de 1691.
Uno de los virreyes que más interés
demostró por la continuación de los trabajos fue Juan de Acuña, marqués de
Casafuerte, bajo el reinado del primer rey de la casa de Borbón. A lo largo del
siglo XVIII continuaron y se ampliaron las obras públicas, por lo que a la de
Huehuetoca se añadieron las que tenían como finalidad mejorar y consolidar la
traída de agua potable, con destino a la creciente población de la Ciudad de
México.
"Las inundaciones más graves ocurridas a lo largo del
siglo fueron las de 1707, 1714 (consecuencia de un terremoto)", 1747
(que trató de contener Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de
Revillagigedo, con la ayuda del ingeniero Tres Palacios), 1764 y 1792.
En 1767 el científico José Antonio Alzate presentó un ambicioso
proyecto, que continuaba en la línea del olvidado Gudiel, pero la llegada del
nuevo virrey Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, flamenco y buen
conocedor del problema de las inundaciones, obligó a replantear la situación y
tras varios estudios e informes se decidió continuar las obras “a tajo
abierto”, descubriendo las bóvedas de los túneles primitivos y ensanchando
las zanjas ya hechas. Su realización se concedió por subasta al Tribunal del
Consulado de México, que prosiguió las obras hasta su entrega en 1789. Que no
debían estar concluidas definitivamente, quedó patente porque “en 1792
cayeron tan fuertes aguaceros que la ciudad se anegó en muchas de sus
principales calles”. En los últimos años de aquel siglo se realizaron
algunos canales cercanos a la ciudad, en los que intervino eficazmente el
ingeniero Tres Palacios.
Humboldt, que visitó las obras acompañando al virrey José de
Iturrigaray en 1804, añadió este comentario en sus informes: “Cuando se
estudia la historia de estas obras se observa una continua irresolución de
parte de los gobernantes y una fluctuación de opiniones e ideas una impetuosa
actividad cada quince o veinte años, cuando los lagos amenazaban salir de madre
y lentitud y culpable descuido una vez pasado el peligro. En el espacio de dos
siglos se ha estado titubeando entre el sistema indio de diques y el de canales
de desagüe, entre el proyecto del socabón (túneles) y el del tajo abierto. Se
dejó arruinar la galería de Martínez porque se quiso horadar otra más ancha y
profunda; se descuidó el tajo de Nochistongo porque se pensó el proyecto de un
canal de Texcoco, que jamás llegó a ponerse en ejecución. En su estado actual,
sin embargo, es una de las obras hidráulicas más gigantescas que han ejecutado
los hombres”.
Los virreyes del siglo XIX, obligados a enviar todos sus
recursos a la Corte o agobiados por la explosión de la insurgencia, encargaron
a los Tribunales del Consulado y al de Minería que llevaran a cabo algunas
obras complementarias, del que por entonces se llamó “Gran Canal” o “Canal
del Desagüe”, "lo que no impidió la inundación de 1819, que
convirtió a la Villa de Guadalupe en una verdadera isla".
En el México independiente, el “Desague de Huehuetoca”,
convertido en proyecto nacional, en el que intervino con interés y eficacia el
secretario de Relaciones Lucas Alamán en las décadas de 1820 y 1830, tuvo que
soportar los altibajos propios de una política contradictoria y vacilante -cómo
la que normalmente ocurre en Protección Civil en la actualidad con los cambios
democráticos de poder en todos los órdenes de gobierno-.
En 1844 el norteamericano Mayer comentó: “Este desagüe y
los acueductos que abastecen a la ciudad son las únicas obras verdaderamente
grandiosas que existen en el país. Todas ellas se deben a la energía del
antiguo gobierno español, que, en sus obras de bien público, en que iban unidas
la elegancia y la comodidad, emuló la magnificencia de los romanos”.
Correspondería a Porfirio Díaz, el 17 de marzo de 1900, la
inauguración oficial del que ahora se llamó “Gran Canal” y de todo el
sistema del desagüe general de la cuenca de México. Se realizaba de este modo
la vieja utopía del siglo XVI, retomada por el “pofiriato” en 1884 y que
unía los proyectos más recientes, el “Tajo” de los años 1870, el “Túnel”
encargado en 1889 a un contratista extranjero y el “Gran Canal”, de casi
50 kilómetros, que se concluyó en 1895 bajo la supervisión de la Junta
Directiva del Desagüe del Valle de México.
Estas obras hidráulicas, tienen un espíritu total y
absolutamente de protección civil mediante la gestión integral del riesgo; que
como vemos ya existía desde hace casi 500 años; el qué la Coordinación Nacional
de Protección Civil de la SEGOB no tenga una visión histórica no anula o extingue los efectos de protección
civil que produjeron y siguen produciendo con o sin el Sistema Nacional de
Protección Civil.
Sin embargo es muy discutible y materia de otro análisis si
estas obras, que empezaron desde los mexicas (insisto ellos no pretendían
desecar el lago), continuaron los españoles, el México independiente y
continúan realizándose hasta la actualidad por medio del drenaje profundo, son
obras que redujeron el riesgo de inundación y lo transfirieron al riesgo
sísmico y sociorganizativo.
Por otra parte:
¿Son o no son las actividades realizadas por la Cruz Roja
Mexicana por más de 100 años actividades de Protección Civil? Claro que lo
son.
Analicemos este ejemplo institucional y organizado de Protección
Civil previo al SINAPROC la Cruz Roja Mexicana, cuya historia se resume así:
1898: La Cruz Roja Española solicita al gobierno mexicano
información acerca de las relaciones entre las instituciones y las asociaciones
de asistencia pública con las unidades de sanidad militar.
1907: El Presidente, General Porfirio Díaz, expidió el decreto
por el cual México se adhiere a la Convención de Ginebra de1864 para el
mejoramiento de la suerte de los heridos y enfermos de los ejércitos en
campaña.
1909: El 5 de junio se define la primera mesa directiva
provisional de la Cruz Roja Mexicana.
1909: Los días 27 y 28 de agosto, la ciudad de Monterrey se ve
envuelta en una tromba que afectó a más del 50% de la población, con un gran
número de víctimas y damnificados. La ayuda parte de la Ciudad de México el 3
de septiembre, al frente de la brigada y como responsable de los socorros se
designó al Dr. Fernando López y a su esposa la Sra. Luz González. Los acompañan
un grupo de damas altruistas. Constituyeron la primera brigada de auxilio que
abanderó el emblema de la Cruz Roja en nuestro país.
Los esfuerzos de los primeros voluntarios, y particularmente
el empeño de la Sra. Luz González Cosío de López se vieron coronados cuando el
Gral. Porfirio Díaz expide el Decreto Presidencial No. 401 con fecha del 21 de
febrero de 1910, en que se le da reconocimiento oficial a la Cruz Roja
Mexicana, aunque en sus estatutos se le denominaba la Asociación Mexicana de la
Cruz Roja; este decreto entra en vigor con su publicación en el Diario Oficial
de la Federación del 12 de marzo del mismo año. El 26 de abril se nombra la
primera mesa directiva oficial.
Así también:
¿Son o no son las actividades de Protección Civil las realizadas
por más de 100 años por los Bomberos de la CDMX ? Claro que lo son.
Otro ejemplo más de instancias centenarias de Protección Civil
lo es el Heróico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, cuya historia
resumimos así:
Segundo Imperio: Al inicio del Segundo Imperio, en 1863, la
Asamblea de Notables y Junta Superior de Gobierno, pide a Napoleón III de
Francia, que mandará un noble europeo para gobernar la bomba de vapor traída de
Bélgica para uso de los Bomberos-Zapadores.
Contradictoriamente, 2 de las bombas que existían en 1864, se
continuaban utilizando en actividades como riego del parque de la Ciudad (hoy,
Alameda Central) y limpieza de los edificios del ayuntamiento.
Durante ese año se pidió a los dueños de las edificaciones más
importantes, tomar medidas previsoras en caso de incendios como lo establecía
la ley, siendo el dueño del teatro Iturbide (hoy Asamblea Legislativa del D.
F.), uno de los tres primeros en recibir esta notificación.
Tras la persistente ocurrencia de incendios en la Ciudad, el
11 de Febrero de 1864 el Emperador Maximiliano de Hasburgo, decreta un
Reglamento Contra Incendios, en el que se mencionaba que la población debería
ayudar a tomar medidas de seguridad para prevenir incendios o en determinado
caso extinguirlos; se establece la responsabilidad jurídica y laboral del
bombero. Este reglamento se publica el 27 de febrero del mismo año.
Restauración de la República: El 20 de diciembre de 1867,
después de haberse realizado los comicios, el Congreso declara Presidente Constitucional
de la República Mexicana al Lic. Benito Juárez, quien promulga un Decreto de la
Compañía de Bomberos.
Con el propósito de conocer las disposiciones existentes con
relación a los incendios, en 1867, la Obrería Mayor solicitó del ayuntamiento los
primeros Bandos que tratan este asunto y así poder cumplirlas cabalmente.
El Diario Oficial del 20 de marzo de 1871, se publica en la
sección “Gacetilla”, una serie de disposiciones encaminadas a la formación de
una Compañía de Bomberos profesional, integrada por la Guardia Civil Municipal,
la adquisición de bombas y otros utensilios. Se le informa al entonces
Gobernador del Distrito Federal al C. Castillo Velasco, que, por orden
Presidencial, el Ayuntamiento es responsable del combate y control de incendios.
En su punto número 3 dice:
“La formación de una buena compañía de bomberos hace en
México mucha falta como lo hemos podido comprender en varios casos de incendios
que últimamente se han presentado. En nuestro concepto, a la vez que el
Ayuntamiento se ocupe de esto, debe pensar también en el modo de tener llaves
de agua en todas las esquinas de las calles o en muchos lugares céntricos de la
ciudad: nada se hace con tener bombas y bomberos, si al ocurrir el fuego, es
preciso ir a buscar el agua a una larga distancia. Al decir el Gobierno que la
Compañía de Bomberos de forma de la Guardia Civil Municipal, ha querido buscar
las mejores garantías de orden y moralidad para los momentos en que todo es
sobresalto y confusión. En algunas poblaciones de los Estados Unidos y Europa,
los jóvenes más distinguidos forman las Compañías de Bomberos. Tal vez en
México pudiera lograrse esto, porque nada hay tan filantrópico y digno como
acudir a apagar un incendio, salvando de la destrucción y del pillaje las
propiedades y las personas. Nada se logra con tener un sólo Cuartel de Bomberos
en una Ciudad tan grande como México, todo incendio es fácil de ser apagado en
sus principios y en ocasiones toman incremento por el tiempo que tarde en
llegar al punto de la emergencia los Bomberos. Para evitar este mal sería
bueno, que, aunque hubiese un Cuartel Central de esta Policía, se sitúan
algunas bombas de barrio, que acudirán al momento a los lugares incendiados.
Como a veces por la desidia o la mala fe de algunos ciudadanos, los fuegos
crecen de una manera alarmante, debería castigarse de algún modo a todo el que
dejara de dar parte de un incendio a los bomberos más cercanos, con la debida
actividad. Hoy existe una Casa de Seguros en México, y es probable que
contribuya con alguna cantidad para creación y sostenimiento de unos Cuerpos
bien reglamentados para apagar los fuegos”.
Sin embargo, es hasta
el 22 de febrero de 1873, en el puerto de Veracruz, donde se formó oficialmente
el Cuerpo de Bomberos de aquella ciudad, considerado oficialmente, el primero y
por tanto, el más antiguo a escala nacional; cuyo fundador y pionero fue el
distinguido filántropo de la labor de bomberos profesionales en nuestro país,
el C. Don Domingo Bureau, 1er. Capitán y Jefe de Corporación.
En ese mismo año, el Superintendente de Propios y Rentas de la
Ciudad de México, Don Francisco Leandro de Viana publica un Reglamento
Providencial contra Incendios para la Ciudad, que entra en vigor a partir del
29 de octubre de 1873.
Es hasta el 20 de diciembre de 1887, por orden del Gobernador
del Distrito Federal General de División Don Carlos Pacheco, que son
comisionados 15 gendarmes y auxiliares, bajo el mando del Ingeniero Leonardo
del Frago, contando con instalaciones en el edificio de la Contaduría Mayor de
Hacienda ubicada en la planta baja del Palacio Nacional. Acaecimiento, que
se considera la fundación del Heroico Cuerpo de Bomberos del Distrito Federal;
es necesario mencionar que hasta el 1º de Julio de 1889, cuando la Corporación
pasó a formar parte Ayuntamiento, al pasar su primera revista administrativa.
Finalmente:
Hay muchos más ejemplos, pero por hoy cerraremos con el
producto estrella de la Secretaría de la Defensa Nacional en el auxilio a la
población en caso de desastre, el Plan DN-III-E (quién por lo que vemos tampoco
le es reconocida su labora en el auxilio a la población por la Coordinación
General de Protección Civil de la SEGOB a su mano operativa), aquí tenemos su
historia de 50 años:
Luego de iniciada la Segunda Guerra Mundial el Ejercito
Mexicano llevó a cabo una serie de modificaciones en miras de volverlo un
instituto armado moderno, entre esa serie de acciones, la de implementar planes
estratégicos en miras de minimizar las consecuencias de diferentes acciones que
pusieran en riesgo la seguridad nacional fueron las más importantes, es así
como nacen los Planes de Actuación, los cuales son modificados en 1966
convirtiéndose en los Planes de Defensa, los cuales cubrían desde el caso de
una guerra extranjera, hasta el caso de una situación desastrosa entre la
población, es así como se crea el Plan Director de Defensa Nacional No. III el
18 de septiembre de 1965, del cual se desprende el anexo E con el título de
Plan de Auxilio a la Población Civil en Casos de Desastre conocido por sus
siglas DN-III-E “popularmente DN-Tres”.
El DN III E se implementa por primera vez al año siguiente en
un desbordamiento del río Pánuco, este sistema de protección se mantuvo durante
los siguientes años, pero internamente se le denominó y baso en otros
documentos, pero por la gran popularidad que había ganado el nombre entre la
población civil, se le mantuvo con el nombre de Plan DN-III-E.
Por supuesto que el Plan DN III E
es un producto de protección civil institucionalmente organizada anterior al
SINAPROC.
CONCLUSIONES:
- La Protección Civil Mexicana tiene más que #30añosProtecciónCivil y no se limita únicamente a los 31 años de existencia del Sistema Nacional de Protección Civil.
- En efecto, hay claras evidencias de que en el territorio geográfico de lo que hoy es la República Mexicana al menos en los últimos 500 años ha habido notables esfuerzos sociales e institucionales cuya finalidad es la gestión del riesgo y la protección civil.
- Negar lo anterior sería tanto como negar la existencia de vida en la tierra y solamente limitar a esta al surgimiento de la raza humana.
Muchas gracias y nos vemos dentro de 15 días con un nuevo
blog.
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Bibliografía:
- Bases para el establecimiento del Sistema Nacional de Protección Civil; 6 de mayo de 1986.
- OROZCO Y BERRA, M. Historia de la dominación española en México. México, Antigua libreria Robredo, 1938.
- GURRÍA LACROIX, J. El desagüe del valle de México durante la época novohispana. México, UNAM, 1978.
- LEMOINE VILLICAÑA, E. El desagüe del valle de México, durante la época independiente. México, UNAM, 1978.
- Manuel Ortuño. Tecnología hidráulica
- http://cruzrojamexicana.org.mx/?page_id=140
- http://www.bomberos.df.gob.mx/wb/hcb/historia_de_los_bomberos_en_el_distrito_federal_y_
- http://www.todopormexico.org/t740-plan-dn-iii-e
[1] Friedrich Wilhelm Heinrich
Alexander Freiherr von Humboldt (Berlín, 14 de septiembre de 1769 - 6 de mayo
de 1859), mejor conocido en español como Alejandro de Humboldt, fue un
polímata: geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista y explorador prusiano,
hermano menor del lingüista y ministro Wilhelm von Humboldt. Es considerado el
«padre de la geografía moderna universal». Fue un naturalista de una
polivalencia extraordinaria, que no volvió a repetirse tras su desaparición.
Sus viajes de exploración le llevaron desde Europa a América del Sur y del
Norte hasta Asia Central. Se especializó en diversas áreas de la ciencia como
la etnografía, la antropología, la física, la zoología -especialmente en
ornitología-, la climatología, la oceanografía, la astronomía, la geografía, la
geología, la mineralogía, la botánica, la vulcanología y el humanismo.
[2]Y con ello los españoles al
destruir esta obra de mitigación que protegía a la Gran México-Tenochtitlan,
directamente construyeron el riesgo de inundación que durante los dos siglos
siguientes asolaría a la Nueva España.
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